
En la Navidad celebramos el momento culminante de la Historia humana, cuando Dios hecho hombre vino al mundo y “habitó en medio de nosotros” . El nacimiento del Niño Jesús constituye un desborde inconmensurable de amor divino: el Verbo de Dios se reviste de nuestra naturaleza, para reparar al Padre como hombre por todos nuestros pecados, y abrirnos así las puertas del Cielo.
La fiesta de Navidad es, pues, por excelencia, la fiesta de la inocencia, de la pureza, de las alegrías castas, serenas y profundas. Aquel tierno Niño que reposa en un pesebre es el “esperado de las naciones” , el Mesías cuya sola presencia restaura el Orden vulnerado por el pecado e inaugura la Era de la Gracia, haciéndonos capaces de practicar todo bien.