
La ignorancia religiosa en que vivimos ha producido, entre otros efectos nocivos, el de desvirtuar por completo el significado real de algunas determinaciones de la Iglesia que, cuando son mal interpretadas son enteramente estériles de frutos espirituales, pero cuando son bien comprendidas, son fértiles en gracias y provechos de todo orden. Es lo que se da, por ejemplo, con relación al culto a San José. Propuesto por la Iglesia como modelo de los jefes de familia y de los obreros, y también por el inmenso acervo de virtudes con que fue enriquecido por la gracia, fue modelo ideal de todas las grandes virtudes católicas.