ESPECIAL – SEMANA SANTA 2015

El Santo Sudario, el auténtico rostro de Dios

De vez en cuando se intenta desmentir que el Santo Sudario de Turín sea realmente el lienzo que amortajó el sagrado cuerpo de Nuestro Señor. Pero la ciencia deshace todos esos intentos, con evidencias aun más concluyentes de que la preciosa reliquia de la muerte del Redentor es verdadera. A continuación reseñamos las principales pruebas de su autenticidad, aportadas por los mayores estudiosos del tema.

En el Santo Sudario, Nuestro Señor nos dejó impresa Su divina fisonomía

Un sublime problema, una maravillosa solución

Desde los primordios de la Iglesia los cristianos buscaban instintivamente imaginar cómo serían los trazos de la fisonomía de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia nunca estableció un modelo para representar su divino rostro. Pero al soplo de la gracia, la tradición y la piedad cristiana fueron inspirando las primeras representaciones, en frescos o mosaicos.

Es digno de nota que esas imágenes paleocristianas que llegaron hasta nosotros guardan extraordinaria similitud entre ellas, aunque procedan de artistas que vivieron en lugares muy distantes unos de otros, y que probablemente no se conocían. Esa similitud se extiende al grupo de las “Acheropite”, es decir, no realizadas por mano humana o técnica conocida.

Con el paso de los siglos, la imaginación y la habilidad de generaciones de artistas fueron coincidiendo, por así decir a tientas, en un cierto modelo común de retrato de Cristo. Pero ¿cómo llegar a una representación ideal? ¿dónde encontrar una imagen que expresase simultáneamente la grandeza, la bondad, la misericordia, la sabiduría, la justicia, la prudencia, la templanza, la fortaleza, en una palabra, la perfección suprema de todas las virtudes que reunía el Hombre Dios?

A este problema, el mismo Jesucristo se encargaría de darle solución, de manera inesperada y maravillosa.

A fines del siglo XIX, el joven abogado piamontés Secondo Pia, provisto de una inmensa máquina fotográfica —que más parecía una caja fuerte...—, obtuvo permiso del duque de Saboya Víctor Emanuel III para fotografiar un precioso tejido conservado durante siglos por la familia real piamontesa. Era el Santo Sudario, una inmensa sábana de 4,36 m. de largo por 1,10 m. de ancho, venerada como la mortaja que envolvió el cuerpo de Jesucristo en el sepulcro.

El milagro reservado al siglo XX

Secondo Pia, el primer fotógrafo del Santo Sudario y quien descubrió el "milagro".

Y aquí comienza el “milagro” de la fotografía: en el negativo apareció nítidamente el retrato de Cristo con las huellas del suplicio corporal a que fue sometido. En todo el cuerpo, de frente y de espaldas, quedan visibles las marcas de la flagelación y de la crucifixión.

La fotografía causó explicable conmoción, y de inmediato despertó la curiosidad de científicos de todo el mundo, sean escépticos o creyentes. Ellos se volcaron a estudiar el tipo de impresión, el tejido, las marcas de sangre y hasta el polen de flores del Medio Oriente que se halló entre las fibras del tejido.

Llamó particularmente la atención el hecho de que el negativo fotográfico del rostro del Sudario fuese tan similar a los retratos de Jesucristo elaborados por las distintas escuelas de arte sacro a lo largo de 1900 años, careciendo de modelo físico. En el propio siglo del positivismo y del endiosamiento la ciencia, el verdadero Dios y verdadero Hombre se daba a conocer visiblemente, a través de las nuevas tecnologías.

La campaña y los atentados contra el Sudario

Sin embargo, durante todo el siglo pasado persistió una campaña para negar la autenticidad del tejido, cuyo origen remonta sin duda al tiempo de Nuestro Señor, pero que para algunos sería una falsificación forjada en la Edad Media. De esa campaña hicieron parte los tests realizados en 1988 con carbono 14, ya ampliamente desautorizados por la comunidad científica internacional.

Es digno de nota que, por diversas veces, el Santo Sudario escapó de la destrucción, corriendo el riesgo de desaparecer. Según el el vaticanista y biógrafo de Juan Pablo II, Vittorio Messori, el incendio ocurrido en 1998 en la capilla donde estaba guardado pudo hacer parte de “un complot internacional” con el fin de destruir el sagrado lienzo.

La autenticidad del Santo Sudario está hoy ampliamente demostrada, y los hallazgos científicos que la respaldan son de veras impresionantes, y hasta diríamos emocionantes. Veamos aquí algunos de los principales:

Médico demuestra: es Cristo crucificado

El primer estudio sobre el Sudario que se volvió público fue el análisis médico-científico hecho por el médico francés Pierre Barbet, en 1932. Las conclusiones, expuestas en un famoso best seller, no dejan dudas:

- en el rostro hay señales de contusiones, y la nariz está fracturada, con el cartílago despegado del hueso;

- en el cuerpo se cuentan 120 señales de golpes de azotes, producidos por dos flageladores, uno a cada lado de la víctima;

- las marcas de los azotes corresponden al flagelo que se usaba en el Imperio Romano, compuesto de dos o tres correas de cuero, terminando en pequeños huesos de puntas agudas, o en pequeñas varillas de plomo con dos bolas en las extremidades.

- dos llagas marcan el hombro derecho y el omóplato izquierdo;

- el pecho muy saliente denota la terrible asfixia soportada durante la agonía;

- las muñecas aparecen perforadas, y el clavo perforador seccionó en parte el nervio mediano, haciendo contraer el pulgar hacia dentro de la palma de la mano;

- por la curvatura de las piernas y las perforaciones en los pies, se tiene la clara impresión de que el pie izquierdo fue sobrepuesto al derecho, y ambos quedaron clavados al madero con un único clavo;

- las dos rodillas están llagadas;

- se observa una señal de sangrado causado por una gran herida, al lado derecho del tórax;

- por fin, se identificaron 50 perforaciones en la frente, cabeza y nuca, compatibles con una coronación de espinas...

¡No había más dudas! Era una constatación científica, totalmente coherente con la descripción evangélica de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Se trataba realmente del Santo Sudario que envolvió el cuerpo del Redentor, cuando fue descendido de la cruz para ser sepultado.

Como Santo Tomás, la ciencia “toca en la llaga” para creer

Pero los escépticos, ateos y materialistas se resistían a concordar. Todas aquellas señales impresas en la sábana, ¿no habrían sido pintadas por algún hábil falsificador, para que los hombres creyesen que se trataba de Jesucristo?

En los Estados Unidos se formó un equipo de investigación que, en 1978, se trasladó a Turín llevando 40 toneladas de aparatos. Los científicos realizaron una serie de exámenes totalizando 140.000 horas. Entre los varios tests aplicados, cabe destacar fotos y microscopia electrónica, rayos X, espectroscopia, fluorescencia ultravioleta, termografía y análisis químicos.

Los resultados de los exámenes de laboratorio demostraron que la imagen que aparecía en el lienzo no podía haber sido hecho por manos humanas.

"El descenso de la cruz" de Giulio Clovio (1498-1578).

Hasta ahora no existe explicación de cómo se formó esa imagen. Se ha descartado que se trate de una pintura, o que fuese efecto de la compresión del tejido sobre el cuerpo de un cadáver. La hipótesis más plausible levantada por algunos científicos sugiere que ella fue producida en una fracción de segundo, por un fenómeno semejante al relámpago de una explosión nuclear, como sucedió con el resplandor de la bomba de Hiroshima, que imprimió la imagen de una válvula en la pared de un tanque de gas. Pero la causa permanece inexplicable.

Las manchas de sangre sobre el tejido están grabadas en positivo, al contrario de lo restante de la imagen que está en negativo. Los análisis mostraron que se trata de sangre humana, del tipo sanguíneo AB (exactamente el mismo encontrado en el famoso milagro de Lanciano, en Italia).

El criminólogo y botánico suizo Max Frei identificó en la pieza de lino células de polen de 49 plantas diferentes, presentes en el tejido. Son originarias de Palestina, de Turquía y de Europa, exactamente las regiones recorridas por el Santo Sudario.

Fueron también identificados dos objetos circulares colocados sobre los ojos. Se trata de dos monedas: la primera, el dilepto lituus, producido en Palestina bajo el gobierno de Poncio Pilatos, entre los años 29 y 32 d.C. La otra moneda fue acuñada por el mismo Pilatos en homenaje a Julia, la madre del emperador Tiberio, el año 29 d.C. Colocar monedas sobre los ojos del muerto, para mantener los párpados cerrados, hacía parte de los ritos funerarios judaicos de la época de Jesús. Dichas piezas confirman además las fechas de los Evangelios: era “el año décimo quinto del reinado del Emperador Tiberio César, gobernando Poncio Pilatos la Judea” (Lc. 3, 1).

Milagrosa impresión tridimensional del tejido

Dos oficiales de la Fuerza Aérea norteamericana, John Jackson e Eric Jumper, analizando el Sudario notaron que la figura estaba impresa de manera tridimensional, de tal forma que es posible conocer la distancia entre el tejido y las diversas partes del cuerpo. Para la reconstitución de la tridimensionalidad, se utiliza un aparato llamado VP-8. Jackson y Jumper tomaron una simple fotografía del Sudario y la introdujeron en el aparato. Cuál no fue su asombro, al constatar que se formó una imagen tridimensional y que ésta parecía emerger gradualmente del paño, como en la resurrección. Absortos, exclamaron: “¡Cristo de veras resucitó!”

John Jackson e Eric Jumper descubrieron la tridimensionalidad del Sudario.

El fraude del carbono 14 y el triunfo de la autenticidad

En octubre de 1988, con gran publicidad, un equipo de Oxford que había examinado el Sudario declaró que el análisis del carbono 14 indicaba que el tejido era de origen medieval, habiendo sido producido entre los años 1260 y 1390.

La noticia provocó un festín mediático, y una consternación general: la ciencia parecía entrar en contradicción con todo lo que fuera demostrado anteriormente. El Sudario había pasado por miles de tests. De todos los experimentos, solamente el del carbono 14 contestaba la autenticidad de la pieza.

No obstante, finalmente la idea de falsificación quedó descartada por completo. El científico ruso Dimitri Kouznetsov probó que los datos del carbono 14 estaban falseados, como consecuencia del incendio a que el Santo Sudario estuvo expuesto en 1532. En esa misma línea Harry Gove, el principal responsable por la datación del Sudario como tejido medieval, admitió que la contaminación sufrida por el lienzo a lo largo de los siglos podía haber falseado los resultados.

En el mismo sentido el doctor Leoncio Garza-Valdés, profesor de microbiologia de la Universidad de Texas, demostró que existen determinados tipos de bacterias que producen un revestimiento bioplástico sobre artefactos antiguos, que distorsiona el proceso de datación por el carbono 14.

Finalmente el propio Michael Tite, coordinador de los referidos tests y director del Museo Británico, reconoció en carta dirigida al professor Lugi Gonella, consultor técnico del Arzobispado de Turín, que el carbono 14 no ofrece prueba alguna a favor de su tesis, y confiesa que “hubo intención deliberada de engañar al público”.

Un llamado a la conversión

La bondad y la misericordia de Dios preservaron esta reliquia, para que sus maravillas fuesen reveladas a los hombres por medio de la ciencia, dos mil años después de la Pasión. ¿No constituye esto una llamamiento de Nuestro Señor a este mundo tan decaído en la fe y entregado a la búsqueda de placeres, que da las espaldas a su Amor Misericordioso y es indiferente a su Pasión redentora?

El majestuoso Semblante de Jesucristo impreso en el Sudario, y todas las huellas corporales de sus sufrimientos marcadas en el sagrado lienzo, evocan las lamentaciones del profeta Jeremias: “Oh, vosotros todos que pasáis por el camino, ¡parad y ved si hay dolor semejante a mi dolor!” (Jer, I Lam.,12). Y, en esta Semana Santa, nos invitan a reflexionar sobre el terrible precio que pagó el Cordero de Dios por nuestra salvación eterna, y a preguntarnos, conmovidos, cómo estamos retribuyendo su infinita bondad.

Que la consideración de estas comovedoras pruebas de la Pasión nos mueva también a decirle a nuestro Salvador crucificado, con Santo Tomás: Señor mío y Dios mío...

Señor mío y Dios mío...

FUENTES:

1. NELSON BARRETTO, Provada a autenticidade do Santo Sudário, http://www.lepanto.com.br/catolicismo/ciencia-e-fe/provada-a-autenticidade-do-santo-sudario/
2. Revista “Catolicismo”, Nº 570, junio de 1998.
3. PIERRE BARBET, Las Llagas de Jesús y el Santo Sudario. Comprobaciones Científicas, Bibliotheca Sinsoniana, Madrid, 1953, 113 pp.
4. LEONCIO GARZA-VALDÉS, ¿El DNA de Dios? Ed. Mandarim, São Paulo, 2000.











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