FRANCISCO I EN COLOMBIA

Una incómoda visita

Eugenio Trujillo Villegas (*)

Lo que normalmente sería motivo de júbilo para todo corazón verdaderamente católico —recibir la augusta visita del Sucesor de San Pedro y Vicario de Jesucristo en la tierra, Su Santidad el Papa—, se convierte en motivo de aprensión para innumerables fieles. Desde Colombia, Eugenio Trujillo nos explica por qué.

Llegada de Francisco a Bogotá, en medio de la controversia por los llamados"Acuerdos de paz".

El Papa Francisco llega a Colombia esta primera semana de setiembre, en medio de profundas controversias relativas a su posición pastoral sobre el “Acuerdo de paz” celebrado entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Conducido desde hace seis años con resultados contradictorios, tal proceso pasó a ser visto en el mundo —gracias a una masiva propaganda y a la febril diplomacia del gobierno de Juan Manuel Santos— como un éxito rotundo, que supuestamente consiguió pacificar a Colombia después de décadas de violencia. Pero internamente es casi total su rechazo por la población, que lo considera una verdadera catástrofe para el país. En consecuencia, el índice de popularidad del presidente Santos cayó hasta 10%.

El referido Acuerdo consagra la impunidad más absoluta de los terroristas, legaliza las grandes fortunas amasadas por las FARC a través del narcotráfico, y transforma esa guerrilla en partido político armado, ya que la celebrada entrega de armas no parece creíble. Además, en un verdadero absurdo, el Congreso aprobó una reforma constitucional a través de la cual el Acuerdo firmado entre el gobierno y las FARC se convierte en parte integrante de la Constitución, lo que comienza a producir un verdadero terremoto jurídico e institucional, pues obliga a la transformación forzada de casi todas las instituciones políticas y administrativas de la Nación, que deberán acomodarse así a la nueva Carta Política.

A medida que pasan los días, el pueblo colombiano va abriendo los ojos a una situación que el gobierno hizo todo lo posible para ocultar, como lo es el alcance de las transformaciones previstas en las negociaciones con las FARC. Entre ellas, la importante limitación de la propiedad privada y de la libre iniciativa, la inseguridad jurídica para la inversión extranjera y la Reforma Agraria socialista y confiscatoria que amenaza expropiar tres millones de hectáreas de tierras productivas. Además, el Acuerdo establece la creación de una cantidad indeterminada de comisiones integradas por el gobierno y por las FARC, que se encargarán de rediseñar todas —absolutamente todas— las instituciones gubernamentales de Colombia.

Para la mayoría de los colombianos las concesiones a las FARC equivalen a una rendición del Estado a la narcoguerrilla marxista

Ante esa avalancha, la gran pregunta que se hacen los colombianos es: ¿Adónde nos llevará todo eso? Y la respuesta no es difícil de encontrar, al ver la situación trágica y terrible de la vecina Venezuela, con la cual Colombia comparte más de dos mil kilómetros de frontera y que se deshace en mil pedazos por la aplicación de las políticas comunistas de Chávez y Maduro, mientras se le impone una brutal dictadura marxista apoyada por miles de milicianos cubanos que ahora luchan por implantar el modelo castrista en el país vecino. Para un creciente número de colombianos, Venezuela es el espejo en el cual podemos ver la Colombia de mañana, si las cosas continúan como están.

En medio de ese panorama trágico y terrible, el Papa Francisco llega a Colombia. Según sus palabras, él viene para apoyar la paz. ¿Pero qué quiere decir eso realmente? En vísperas del plebiscito del 2 de octubre de 2016, en el cual los colombianos debían votar SÍ o NO al proceso de paz, Francisco envió un mensaje diciendo que votar por el NO significaría ser enemigo de la paz y que todos los buenos católicos deberían votar por el SÍ. Idéntica recomendación dio a la totalidad de los obispos colombianos, que fueron los grandes propugnadores del SÍ. Sin embargo, ¡oh sorpresa!, en el plebiscito ganó el NO; pero el gobierno, a pesar de haber sido derrotado, no cambió su política, ni los acuerdos dejaron de ser implementados. Y menos aún el resultado electoral alteró en algo la postura de los obispos.

Transcurrido casi un año del plebiscito, aumentó considerablemente el rechazo de la opinión pública al Acuerdo con las FARC. Paralelamente el descrédito del Presidente Santos y de su gobierno llegó a un punto que no tiene precedentes en la historia de Colombia; pues de un lado se desató una grave crisis económica, generada por la desconfianza de los sectores empresariales; y, de otro lado, el gobierno está siendo acusado de los más graves escándalos de corrupción que el país haya conocido a lo largo de su historia.

El descrédito de Juan Manuel Santos hizo caer su popularidad al 10%

Ante esta realidad, la gran pregunta a la cual la diplomacia vaticana debe responder es: ¿cómo el Papa Francisco va a apoyar un proceso de paz que ha caído en el más absoluto descrédito en la opinión católica del país, y cuyo rechazo en el plebiscito del 2 de octubre de 2016 acaba de ser oficialmente reconocido por el Consejo de Estado de Colombia?

Con esa visita, el Papa Francisco corre el riesgo de crear una gran división en el pueblo católico. Pues al hecho notorio de que su pontificado se viene caracterizando por actuaciones políticas unilaterales a favor de regímenes y movimientos de izquierda, se suma que él viene a apoyar en Colombia lo que casi toda la población rechaza.

Por fin, estando en Colombia, el Papa Francisco tampoco podrá dejar de tomar una posición definida acerca de la situación de Venezuela. El régimen de Maduro se consolidó en los últimos días como una auténtica dictadura marxista que conduce a aquella nación al totalitarismo y a la miseria. ¿El Papa Francisco ignorará tal situación? Los millones de católicos venezolanos esperan de la Cátedra de Pedro una voz que dé aliento a sus esperanzas, como también una voz de condena a los sátrapas que destruyen su país en nombre de los principios de Marx y de los hermanos Castro.


(*) Eugenio Trujillo Villegas es director de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción.









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