UNA PRETENSIÓN ALUCINADA

La imposible “rehabilitación” de Lutero – I

En medio de la confusión religiosa reinante, campean hoy en medios eclesiásticos las teorías y propuestas más absurdas y chocantes, no pocas veces impulsadas desde muy altas esferas. Una muestra es la enigmática pretensión de “rehabilitar” al heresiarca Martin Lutero, asociándose a las conmemoraciones protestantes por la rebelión contra el Papado que aquel fraile apóstata y blasfemo desencadenó hace 500 años. En dos concluyentes artículos, publicados en 1983 y plenamente actuales, Plinio Corrêa de Oliveira demuestra con hechos a la mano la imposibilidad de tal rehabilitación.


LUTERO: ¡NO Y NO!

Plinio Correa de Oliveira (*)


Retrato de Lutero dibujado por Karl Bauer. El rostro corresponde bien a su perfil moral: revolucionario, hereje, blasfemo, apóstata...

En 1974 tuve el honor de ser el primer firmante de un manifiesto publicado en algunos de los principales diarios de Brasil y reproducido en casi todas las naciones donde existían las TFP, que eran once en la época.

Su título era: La política de distensión del Vaticano con los Gobiernos comunistas - Para la TFP: ¿omitirse? ¿o resistir? (cfr. “Folha de S. Paulo”, 10-4-1974).

En ese texto las entidades declaraban su respetuoso desacuerdo con la Ostpolitik [NT - “Política del Este”, con las naciones entonces comunistas del Este europeo] conducida por Pablo VI y exponían detalladamente sus razones. Sea dicho de paso, todo fue expresado de una manera tan ortodoxa, que nadie levantó ninguna objeción al respecto.

Para resumir al mismo tiempo, en una sola frase, toda la veneración y firmeza con la que declaraban su resistencia a la Ostpolitik vaticana, las TFP decían al Pontífice: “Nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que queráis. Sólo no nos mandéis que nos crucemos de brazos delante del lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se opone”.

Me acordé de esta frase con especial tristeza al leer la carta escrita por el Papa Juan Pablo II al cardenal Willebrands (cfr. “L’Osservatore Romano”, 6-11-1983), a propósito del quinto centenario del nacimiento de Martin Lutero, y firmada el 31 de octubre p. p., fecha del primer acto de rebelión del heresiarca en la iglesia del castillo de Wittenberg. Ella está tan llena de benevolencia y amenidad, que me pregunté si el augusto firmante habría olvidado las terribles blasfemias que el fraile apóstata lanzó contra Dios, Cristo Jesús Hijo de Dios, el Santísimo Sacramento, la Virgen María y el propio Papado.

En la bula "Exsurge Domine", de 1520, el Papa León X, condenó los errores de Lutero.

Lo cierto es que él no las ignora, pues están al alcance de cualquier católico culto, en libros de buen quilate que todavía no son difíciles de obtener.

Tengo en mente dos de ellos. Uno es “La Iglesia, la Reforma y la Civilización”, del gran jesuita P. Leonel Franca. Sobre el libro y su autor, los silencios eclesiásticos oficiales van dejando caer el polvo del olvido.

El otro libro es de uno de los más conocidos historiadores franceses de este siglo: Frantz Funck-Brentano, miembro del Instituto de Francia, y además protestante él mismo.

Comencemos citando trechos recogidos en la obra de este último. “Luther” (Grasset, París, 1934, 7a edición, 352 páginas).

Y vamos directamente a esta blasfemia sin nombre: “Cristo —dice Lutero— cometió adulterio por primera vez con la mujer de la fuente de quien nos habla San Juan. ¿No se murmuraba a su alrededor: ’¿Qué hizo, entonces, con ella?’ Después con Magdalena; enseguida con la mujer adúltera, que él absolvió tan livianamente. Así, Cristo, tan piadoso, también tuvo que fornicar antes de morir” (“Propos de table”, núm. 1472, ed. de Weimar II, 107 - cfr. op. cit., pág. 235).

Leído esto, no nos sorprende que Lutero pensara —como apunta Funck-Brentano— que “ciertamente Dios es grande y poderoso, bueno y misericordioso (...), pero [Dios] es estúpido —’Deus est stultissimus’ ("Propos de table", núm. 963, ed. de Weimar, I, 478). Es un tirano. Moisés procedía, movido por su voluntad, como su lugarteniente, como verdugo que nadie superó, ni aún igualó, en asustar, aterrorizar y martirizar al pobre mundo” (op. cit., pág. 230).

Lo anterior es estrictamente coherente con esta otra blasfemia que convierte a Dios en el verdadero responsable por la traición de Judas y por la rebelión de Adán: “Lutero —comenta Funck-Brentano— llega a declarar que Judas, al traicionar a Cristo, procedió bajo la imperiosa decisión del Todopoderoso. ’Su voluntad (la de Judas) era dirigida por Dios; Dios lo movía con su omnipotencia’. El propio Adán, en el paraíso terrenal, fue coaccionado a proceder como procedió. Estaba colocado por Dios en tal situación, que le era imposible no caer” (op. cit., pág. 246).

También coherente con esta abominable secuencia, un panfleto de Lutero titulado “Contra el pontificado romano fundado por el diablo”, de marzo de 1545, Lutero no llamaba al Papa “Santísimo”, según la costumbre, sino “infernalísimo”, y agregaba que el Papado siempre se mostró sediento de sangre (cfr. op. cit., págs. 337-338).

No sorprende que, movido por tales ideas, Lutero escribiese a Melanchton, a propósito de las sangrientas persecuciones de Enrique VIII contra los católicos de Inglaterra: “Es lícito encolerizarse cuando se sabe qué especie de traidores, ladrones y asesinos son los papas, sus cardenales y legados. Plazca a Dios que varios reyes de Inglaterra se empeñaran en acabar con ellos” (op. cit., pág. 254).

Por eso mismo también exclamó: “Basta de palabras. ¡El hierro! ¡El fuego!” Y añadió: “Castigamos a los ladrones a espada; ¿por qué no hemos de agarrar al Papa, a los cardenales y a toda la pandilla de la Sodoma romana y lavarnos las manos en su sangre?” (op. cit., pág. 104).

Este odio de Lutero lo acompañó hasta el fin de su vida. Afirma Funck-Brentano: “Su último sermón público en Wittenberg es del 17 de enero de 1546: el último grito de maldición contra el Papa, contra el sacrificio de la misa [1], contra el culto de la Virgen” (op. cit., pág. 340).

No asombra que grandes perseguidores de la Iglesia hayan festejado su memoria. Así, “Hitler mandó proclamar fiesta nacional en Alemania la fecha conmemorativa del 31 de octubre de 1517, cuando el fraile agustino rebelde fijó, en las puertas de la iglesia de Wittenberg, las famosas 95 proposiciones contra la supremacía y las doctrinas pontificias” (op. cit., pág. 272).

Y a pesar de todo el ateísmo oficial del régimen comunista, el doctor Erich Honnecker, presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Defensa (el primer hombre de la República Democrática Alemana), aceptó encabezar el comité que, en plena Alemania roja, organizó las aparatosas conmemoraciones de Lutero este año (cfr. “German Comments”, Osnabrück, Alemania occidental, abril de 1983).

Nada más natural que el fraile apóstata haya despertado tales sentimientos en un líder nazi y más recientemente en el líder comunista.

Propaganda luterana contra el Papa

Nada más desconcertante y hasta vertiginoso, en cambio, que lo ocurrido con motivo de la recentísima conmemoración del quincentésimo aniversario del nacimiento de Lutero, en un escuálido templo protestante de Roma, el día 11 del corriente.

De ese acto festivo, de amor y admiración por la memoria del heresiarca, participó el prelado a quien el cónclave de 1978 eligió Papa, y al cual le cabría, por tanto, la misión de defender contra heresiarcas y herejes los santos nombres de Dios y Jesucristo, la Santa Misa, la Sagrada Eucaristía y el Papado.

“Vertiginoso, espantoso”, gimió a propósito de eso mi corazón de católico, que, sin embargo, redobló su fe y su veneración por el Papado.

Vea también: La imposible “rehabilitación” de Lutero – II

(*) Publicado en “Folha de S. Paulo”, 10 de enero de 1984.





[1NdT – Para medir el odio de Lutero al sacrificio de la Misa —en el que el propio Jesucristo renueva de manera incruenta el sacrificio de la Cruz—, sirven de muestra estas frases: “Sí, yo lo digo, todos los prostíbulos,... todos los homicidios, muertes, robos y adulterios, son menos perjudiciales que la abominación de la Misa papista”. Para el heresiarca teutón, el sacerdote que ofrezca “la misa como un sacrificio … es el auge de la perversidad” (Luis Sergio Solimeo, O simbólico gesto do Papa Francisco comemorando o heresiarca Lutero, http://www.abim.inf.br/o-monge-apostata-lutero-o-heresiarca/).





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