ANÁLISIS

El voto católico, factor decisivo en las elecciones norteamericanas

Ya en el tramo final de la competencia entre Mitt Romney y Barack Obama por la presidencia de los Estados Unidos, el panorama electoral presenta significativas novedades, sobre todo en dos temas: la inédita polarización del electorado por motivos ideológicos, y la emergencia del bloque católico como elemento decisivo en la contienda.

Alejandro Ezcurra Naón

Durante años la prensa liberal trató de ignorar que en la opinión norteamericana venía gestándose una polarización a propósito de cuestiones morales y de familia. La posición oficial de la mediocracia era que el elector estadounidense sólo vota por intereses políticos y económicos. Temas ideológicos de raíz moral, sobre todo la revolución cultural demoledora de la familia —que nutre sus raíces en el marxismo y pretende encaminar el mundo hacia la completa anarquía—, serían ajenos al horizonte electoral del ciudadano común.

Pero a medida que esa revolución igualitaria-libertaria iba haciendo sus estragos, quedaba más al descubierto su radicalidad anticristiana. Y los electores comenzaron a percatarse que temas como el aborto, los llamados “derechos sexuales y reproductivos”, las reivindicaciones de “género”, etc., son pantallas para un extremismo anárquico que quiere hacer tabla rasa de la familia y de todos los valores religiosos y sociales tradicionales.

Polarización asimétrica, desplazamiento del centro hacia la derecha

Con ello, hace ya más de 30 años comenzó en los Estados Unidos una reaccion conservadora de fondo moral-religioso, que se volvió patente desde la “era Reagan” (1981-1989) y gradualmente fue ganando vigor y amplitud. Su crecimiento ha determinado que el país se encuentre hoy virtualmente dividido en dos bloques antagónicos difícilmente conciliables: los conservadores, que se desplazan cada vez más hacia la derecha, y los izquierdistas o liberals, que se mueven cada vez más a la izquierda, mientras el centro ideológico decrece rápídamente.

Ese doble desplazamiento se refleja en los partidos políticos y el Congreso. Hace medio siglo, cerca de 60 senadores sobre 100, y el 75% de los representantes (diputados), eran de centro, lo cual permitía arribar fácilmente a acuerdos bipartidistas. Hoy, en cambio, no resta un solo senador centrista; y entre los diputados apenas 17 sobre 435 se declaran de centro, o sea un magro 4% del total. Hubo, pues, una migración ideológica del centro hacia posiciones definidamente de derecha o de izquierda.

Esta polarizacion tiene la peculiaridad de ser asimétrica, es decir, mucho más acentuada hacia la derecha que hacia la izquierda. El centro conservador se mueve hacia posiciones cada vez más categóricas a favor de la religión, la familia y la propiedad privada con mucha mayor rapidez, convicción y dinamismo que los liberals en su deslizamiento hacia el polo opuesto, igualitario-libertario.

El aborto legal, con los días contados

Ejemplos patentes de ese fenómeno son el surgimiento del movimiento extrapartidista Tea Party, y más aún el estado actual de la controversia sobre el aborto. Desde que en 1973 la nefanda sentencia Roe vs. Wade legalizó esa práctica, los norteamericanos antiabortistas, aunque aumentaban de año en año, eran todavía una minoría. La mayoría se manifestaba free choice, una posición fluida que puede abarcar desde abortistas militantes hasta centristas que, aunque no concuerden personalmente con el aborto, por mentalidad liberal son favorables a que la mujer decida si lo practica o no.

Hoy, esa situación se ha invertido: una amplia mayoría de norteamericanos, sobre todo jóvenes, ya se declara pro vida, y los pro choice han caído desde su pico de 56% en 1995 a un mínimo histórico de 41%, en mayo de este año [1].

Los estandartes de la TFP se destacan en la “Marcha por la Vida” 2012, en Washington. La primera marcha se realizó en 1974, con 16 personas. Hoy reúne 400 mil, en su gran mayoría jovenes...

Los medios todavía fingen ignorar este cambio. Pero los liberals más lúcidos ya advierten sobre sus consecuencias. Lee Siegel, del “New York Times”, declara que el aborto quedó “colocado en el centro de la disputa presidencial”, y se lamenta de que “la mayoría de los liberales pro choice no consigue captar la profundidad del sentimiento pro vida”, entrañado en convicciones religiosas. “Es por eso que Roe vs. Wade terminará siendo derribada”, agrega Siegel. “Tarde o temprano la Corte se tornará un tribunal predominantemente conservador, y los magistrados revertirán la decisión sobre el aborto” [2].

Una similar tendencia se advierte en el rechazo al homosexualismo y a la pretensión de igualar las uniones de personas del mismo sexo al matrimonio. Ya son 38 los estados norteamericanos donde la población ha refrendado, siempre por abrumadora mayoría, enmiendas constitucionales que definen el matrimonio como lo que siempre fue y será, la unión de un varón y un mujer.

La hora de los católicos

Este es el telón de fondo de la presente contienda electoral. Y en ese escenario, el papel de los católicos emerge como primordial y decisivo. Porque en una elección en que los temas morales han tomado tan inédita preponderancia, la voz de la Iglesia Católica, “Madre y Maestra” en la materia, repercute como nunca en todo el país. Y con ella repercuten también voces de organizaciones cívicas de inspiración genuinamente católica, como Tradición Familia Propiedad – TFP.

Ello explica que el republicano Mitt Romney haya designado como compañero de fórmula a un católico ultraconservador como Paul Ryan. Este y otro católico igualmente joven y conservador, el popular senador por Florida Marco Rubio, ambos de poco más de 40 años de edad, son voceados como los próximos líderes del partido Republicano. Es igualmente expresivo que 2/3 de los jueces de la Corte Suprema —6 sobre 9— son ahora católicos, y 5 de ellos sostienen posiciones definidamente conservadoras.

Los senadores Marco Rubio y Paul Ryan, católicos, jóvenes y conservadores, voceados como los próximos líderes del partido Republicano.

Hoy, el 25% de la población estadounidense es católica, constituyendo el mayor bloque religioso del país Las devastaciones acarreadas por la llamada “crisis posconciliar”, que en los años ’60 y ’70 se hicieron sentir en el clero y en las Órdenes religiosas —especialmente las femeninas—, aunque lamentablemente afectaron muchos ambientes católicos con una mentalidad relativista y permisivista, no han hecho mella en el prestigio moral de la Iglesia.

Los eclesiásticos progresistas y de izquierda, que tuvieron su ruidoso apogeo hace 40 años, están ahora en franca declinación. Y cuando la Iglesia se pronuncia en temas controversiales sosteniendo la moral tradicional, todo el pais la escucha. Una reciente encuesta reveló que el 85% de los protestantes norteamericanos admiran a la Iglesia Católica. Esto tiene suma importancia, considerando que Estados Unidos es uno de los países más religiosos del mundo.

Los 78 millones de católicos, la fuerza electoral decisiva de Estados Unidos.

Romney: “hoy somos todos católicos”

Esta realidad favorece a los republicanos, cuyo programa sostiene abiertamente los valores morales tradicionales, mientras que los demócratas parecen haber optado por desconocerlos y atropellarlos: en julio de este año, el presidente Obama decidió implementar por sorpresa parte de su programa sanitario socialista, vulgarmente conocido como Obamacare, que entre otras cosas impone a todos los centros de salud prestar servicios gratuitos de anticoncepción (incluso abortivos) y esterilizaciones. Para ello anuló la excención que por objeción de conciencia beneficiaba a las clínicas y hospitales administrados por la Iglesia, que ahora quedarían obligadas a prestar esos servicios.

Ello desencadenó la protesta unánime y categórica de la mayoría de los obispos del país, quienes incluso acusaron a Obama de persecución religiosa [ver video]. Líderes protestantes y de otras religiones se asociaron a la reacción del Episcopado. El propio Mitt Romney, adepto de la secta mormona, adhirió públicamente a la protesta de la Iglesia en un mitin en Ohio, afirmando: “Siento que hoy somos todos católicos”. Su frase fue coreada de pie por la multitud, que le pedía repetirla [3].

Lenguaje insólitamente duro: el obispo Mons. Daniel Jenky, de Peoria, Illinois, acusa al presidente Obama de perseguir a la Iglesia, y advierte que ante ello los católicos no pueden ser neutrales (Traducción: ACI Prensa).

En sentido diametralmente opuesto, la convención demócrata de comienzos de septiembre radicalizó su extremismo cultural, al aprobar una propuesta electoral que incluye el aborto y —por primera vez en un programa partidista— el “matrimonio” de personas del mismo sexo. Es difícil entender el sentido estratégico de este programa, que choca al norteamericano medio. Al día siguiente de la convención, una alarmada columnista liberal del “Washington Post”, Melinda Henneberger, tituló su columna: “Los Demócratas y su obsesión con el aborto [4].

Con todo esto, es probable que muchos católicos —que en su mayoría votaban tradicionalmente por los demócratas— esta vez voten contra Obama o no voten. Aunque evidentemente muchos otros factores extra-ideológicos pueden condicionar la votación, y nada está decidido hasta ahora, desde ya una cosa es cierta: sea cual fuere el resultado del 6 de noviembre, la polarización de la opinión pública en los Estados Unidos, en la cual los católicos tienen un peso cada vez más determinante, es un hecho indiscutible, y tenderá a acentuarse irreversiblemente.

 







[2Lee Siegel, Hipocresía en la discusión del aborto, “O Estado de S. Paulo”, 26-8.2012.





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