PANORAMA INTERNACIONAL

Chávez, pueblo y masa

La “victoria” de Hugo Chávez en el plebiscito del 15 de febrero, que aprobó la reforma de cinco artículos de la Constitución venezolana, acomodándola así a sus ambiciones de reelección indefinida, no garantiza sin embargo que el mandatario logrará realizar su propósito de convertirse en presidente vitalicio.

Aunque el “Sí” a la reelección conquistó 54,3% de los votos contra 45,6% negativos, del punto de vista de la opinión pública esa victoria es poco significativa. Más bien, paradójicamente ella muestra la vulnerabilidad de Chávez. Pues —aparte de que su caudal electoral se redujo en un millón de votos, revelando un notorio desgaste—, se trató de una adhesión momentánea, arrancada mediante una inédita y fortísima presión psico-publicitaria, que durante varias semanas saturó el país de ofertas demagógicas, de compras de votos a cambio de asistencialismo estatal, y de pesadas amenazas (incluso el fantasma de una “guerra” si la oposición vencía), movilizando para ello todo el aparato del Estado. Sin hablar de las múltiples evidencias de fraude, doble votación, etc.

Hablan los números: un país que se disgrega

Cesada esa gigantesca presión, los venezolanos vuelven ahora a la realidad cotidiana; y ésta les muestra a su país sumergido en una crisis sin precedentes, que se agudiza día a día. La inflación es la mayor del hemisferio (más de 50% en los últimos dos años, 31% en el 2008); en los diez años de chavismo los precios aumentaron 542% y la moneda se devaluó el 275% [1] ; la delincuencia e inseguridad crecen de forma galopante: más de 100 mil homicidios en el mismo período, de los cuales 14 mil sólo en el año 2008 (como botón de muestra, en Caracas, el propio día del plebiscito hubo 67 asesinatos). Con ello, desde el año1987 al 2008 la tasa de homicidios se ha cuadruplicado, pasando de 13 a 52 por cada 100 mil habitantes, y hoy ya es la más alta de Sudamérica. Los crímenes de violación se han disparado: más de 31 mil en los últimos 10 años (sin contar las que no son denunciadas). La corrupción se ha instalado en todos los niveles del poder, incluida la pesada burocracia socialista bolivariana —baste recordar el “caso Antonini”, de los millones de petrodólares enviados a Argentina—, y con ello el narcotráfico pasó a usar a Venezuela como base privilegiada para sacar droga de Colombia y el Perú hacia América del Norte y Europa.

Una luminosa distinción aclara el panorama

Pío XII: la masa es lo opuesto del verdadero pueblo

En este cuadro de disgregación social y moral, la votación a favor de Chávez parece un contrasentido: ¿cómo una mayoría de ciudadanos de un país puede votar por quien los está empujando hacia el abismo?
La respuesta simple, clara y lapidaria, nos viene de una magistral enseñanza del Papa Pío XII. Haciendo una precisa distinción entre las nociones de “pueblo” y “masa”, explica el pontífice: “Pueblo y multitud amorfa o, como se suele decir, «masa» son dos conceptos diferentes. El pueblo vive y se mueve con vida propia; la masa es por sí misma inerte, y no puede recibir movimiento sino de fuera. El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo componen (...). La masa, por el contrario, espera el impulso de fuera, juguete fácil en las manos de un cualquiera que explota sus instintos o impresiones, dispuesta a seguir, cada vez una, hoy esta, mañana aquella otra bandera. De la exuberancia de vida de un verdadero pueblo, la vida se difunde abundante y rica en el Estado y en todos sus órganos, infundiendo en ellos con vigor, que se renueva incesantemente, la conciencia de la propia responsabilidad, el verdadero sentimiento del bien común. De la fuerza elemental de la masa, hábilmente manejada y usada, puede también servirse el Estado: en las manos ambiciosas de uno solo o de muchos agrupados artificialmente por tendencias egoístas, puede el mismo Estado, con el apoyo de la masa reducida a no ser más que una simple máquina, imponer su arbitrio a la parte mejor del verdadero pueblo: así el interés común queda gravemente herido y por mucho tiempo, y la herida es muchas veces difícilmente curable” [2] (destaques nuestros).

Barrabás, Hitler, Chávez...

A la luz de esta magnífica distinción se entiende, por ejemplo, cómo fue posible que un ente alucinado como Adolf Hitler haya llegado al poder por la vía electoral; o que un criminal como Barrabás fuera preferido a Jesucristo por el populacho judío: ambos fueron ungidos por multitudes artificialmente puestas en delirio, o sea, convertidas en masa.

Barrabás, Hitler y Chávez, tres pésimos frutos de la manipulación de masas

Considerando que en las sociedades masificadas de hoy los recursos de inducción psicopublicitaria son incomparablemente mayores que en los tiempos de Hitler, la explicación del triunfo chavista —exceptuando el fraude, cierto pero no cuantificable— es bastante simple: por Chávez votaron masas, contra Chávez votó el pueblo. Es decir, el sector más masificado de la sociedad venezolana, más movido por “instintos e impresiones” como los señala Pío XII, más anestesiado por el panem et circenses de la demagogia chavista, fue el que dio su aval a la posible reelección del déspota.

Pero la masa es volátil, y ningún demagogo consigue mantenerla en estado de autoengaño permanente. En la situación actual, ni el pan ni el circo durarán. En cierto momento, que parece no estar distante, esas masas chavistas se verán —para valernos de la feliz expresión de un sociólogo norteamericano— “agredidas por la realidad”; más que cualquier palabra, la propia realidad de los hechos les hará ver hasta qué punto embarcarse en utopismos desemboca en catástrofes. Y esa cruel evidencia podrá hacerles recobrar —sabe Dios después de cuántos sufrimientos— el perdido sentido común.







[2Pío XII, Radiomensaje de Navidad Benignitas et Humanitas, 24-12-1944.





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