LA CASA BLANCA CON NUEVO OCUPANTE

¿Qué cambió verdaderamente en los Estados Unidos?

Si Ud., lector, desea conocer la realidad profunda de los hechos, no pierda su tiempo buscándola en la prensa peruana. Ciertos diarios y revistas que aquí fungen de “serios”, se muestran tan insaciables de temas subalternos —al acecho de cualquier escándalo que aparezca en el mundo del espectáculo, del deporte o la política— que parecen no tener espacio para analizar en profundidad ningún tema de verdadera importancia...

La reciente elección norteamericana es un ejemplo característico. Nuestros medios se plegaron sin más a la increíble oleada mediática pro Obama, que erigió al candidato demócrata en una figura casi mesiánica. Se presentó su victoria como arrolladora y sin precedentes. Y se le dio un alcance de rotunda guiñada a la izquierda, que cerraba definitivamente treinta años de predominio conservador (la llamada “era Reagan” iniciada en 1979).

Apagada la contienda, bajado el polvo, llegada la hora del análisis frío ¿qué queda de todo ese mesianismo unilateral? Ahí comienzan las sorpresas...

Un electorado “muy mayoritariamente” conservador

En primer lugar, el propalado guiño a la izquierda simplemente no existió. La realidad mostró que la opinión pública norteamericana continúa manteniendo exactamente las mismas posiciones ideológicas que hace cuatro años, cuando reeligió a George W, Bush. En aquella oportunidad el 21% de los norteamericanos se consideraban liberals (de izquierda), 45% de centro, y 34% de derecha conservadora. Un sondeo análogo realizado el día de la última elección, mostró que los liberals son ahora el 22%, los centristas 44%, y la derecha se mantuvo inalterada: 34%. No hubo, por tanto, ninguna variación significativa en el electorado. La votación demócrata sólo aumentó cerca de 3% con respecto a la elección anterior. Fue sin duda un triunfo político, pero no ideológico; y aún así, mucho más ajustado de lo que se quiso hacer creer. Como dice Pierre Rousselin, director adjunto de “Le Figaro”, “el panorama ideológico de los Estados Unidos permanece como el de un país muy mayoritariamente de centro derecha”  [1] .

“Ninguna señal” de guiñada a la izquierda

Esto quedó evidente en los plebiscitos realizados en California, Florida y Arizona paralelamente a la elección presidencial, que pusieron fin a las aberrantes “bodas” entre personas del mismo sexo. Los tres estados aprobaron claúsulas constitucionales definiendo al matrimonio como la unión estable de varón y mujer (los estados que han aprobado enmiendas similares ya suman 31). Lo interesante del caso —al margen de que fue como someter a votación si 2 + 2 es realmente igual a 4...— es que Obama ganó en California con 62% de votos y en Florida con 51%, pero en ambos estados el “matrimonio” homosexual fue rechazado por el 52,5% y 63% de los electores respectivamente. O sea, muchos electores de Obama no acompañan las posturas liberales en materia de moral y familia. [2]
David Brooks, columnista del “New York Times”, aunque es enfáticamente pro-Obama, reconoce: “Esta fue una elección donde el centro se afirmó. No hubo ninguna señal de movimiento hacia la izquierda”. Y advierte que “los miembros de la administración Obama no podrán imponer un programa ideológico que el país no acepta”, por lo que se verán obligados a construir “un nivel mínimo de confianza” más allá de la base demócrata corriente, incluso con la colaboración de los votantes de Mc Cain [3].

Crisis financiera y manipulación de emociones

Pero entonces ¿cuál fue la razón del triunfo del candidato demócrata?
No fue la agenda ideológica de su partido: “El motor de esa victoria fue la economía” , señala categóricamente Sergio Dávila de la “Folha de S. Paulo” [4]. Y Kenneth Serbin, profesor de Historia en la Universidad de San Diego, explica: “McCain pasó adelante al comienzo de septembre y pareció ganar impulso, pero después de la maciza crisis del crédito y del colapso de las bolsas, Obama sacó una ventaja substancial. Uno de los factores determinantes en la elección se reveló ser también uno de los más tradicionales: la economía” [5] .

De hecho, justo cuando John McCain había pasado a liderar las encuestas, y faltando menos de tres meses para la elección, estalló la bancarrota del banco Lehman Bros. Inexplicablemente el gobierno rehusó socorrerlo, y a partir de entonces comenzaron a declararse en quiebra, una tras otra —como piezas de un juego de dominó empujadas por un misterioso soplo de desconfianza financiera—, entidadaes bancarias en los EE. UU. y Europa, mientras los valores en las bolsas mundiales caían en picada y el gobierno republicano parecía desconcertado. En ese contexto, llegado el día de la elección una encuesta mostró que “para 62% de los electores oídos en la boca de urna, la economía era la cuestión más importante en esta elección” [6] ; y el 93% de los votantes consideraba que “la situación económica es mala” . Es indiscutible, pues, que fue éste y no otro el factor decisivo de la derrota republicana.

A esto se suma que el candidato demócrata manipuló sentimientos pero no ofreció ideas. Navegó en la ambigüedad ideológica, mientras la prensa hacía todo lo posible para encubrir su oscuro pasado izquierdista-violentista. Obama hizo de la frase “cambiar este país” un verdadero talismán, cargado de fuerte contenido emocional, pero sin significado específico. Y para este juego contó con la mayor fortuna utilizada por un candidato en campaña, en toda la historia norteamericana: ¡834 millones de dólares!, de los cuales 250 millones gastados en las primarias, según datos de la FEC (Comisión Electoral Federal) [7].

En sintesis, lo que nos quisieron presentar como un histórico cambio de época en los EE. UU. es um simple cambio de gobierno en la rutina del régimen representativo. Después de Reagan y Bush padre (1980-1993), vino el izquierdista Clinton (1993-2001), y después de este vino Bush hijo... No hay duda de que la cúpula fuertemente izquierdista del Partido Demócrata buscará aprovechar esta victoria política para imponer su agenda ideológica amoral y permisivista. Pero resta ver si la opinión pública se lo permitirá: en ese campo es que se decidirá la batalla.

Y lo que vemos en la opinión pública es que persiste la fuerte polarización ideológica entre dos tendencias opuestas: el polo mayor, que adhiere firmemente a los valores religiosos y familiares, y el polo minoritario, que se deja arrastrar por el remolino de la revolución cultural hedonista y anarquizante. Ambas se enfrentan ante la mirada de un centro cuyas simpatías en parte son atraídas por un polo, en parte por el otro.

El incierto curso de esta división, también llamada “guerra cultural”, será lo que verdareramemnte marcará el rumbo de la nación norteamericana en los próximos años.







[1Pierre Rousselin, Avec Obama, L’Amérique n’a pas viré à gauche, “Le Figaro”, 7-11-08 (destaques nuestros).

[2En el estado de Dakota del Sur, donde venció Mc Cain, una enmienda de prohibición del aborto fue derrotada (55% a 45%). Pero no fue porque la mayoría sea abortista, sino por una división en el público abrumadoramente pro vida: un sector antiaborto consideró la propuesta demasiado blanda, por las excepciones que abría. Ver: http://illinoisreview.typepad.com/illinoisreview/2008/11/new-stanek-wn-2.html.

[3David Brooks, Change I can believe in, “The New York Times”, 7-11-08.

[4Vitória de Barack Obama... “Folha de S. Paulo”, 6-11-08.

[5Kenneth Serbin, Uma visão realista do vencedor, “O Estado de São Paulo”, 9-11-08.

[6Obama é eleito o primeiro presidente negro..., “O Estado de São Paulo”, 5-11-08.

[7Récord, costo de campaña electoral, “Vanguardia”, México, 13-10-08.





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