Madre de la Divina Gracia
Al comenzar un nuevo año, es natural que nos volvamos hacia la Virgen Madre para impetrar su protección, tal como lo hiciera hace dos mil años el mismo Niño Dios en la gruta de Belén. Mas, en la actual época de incertidumbres y crisis en que vivimos, de raíz principalmente religiosa y moral, ¿qué diría la Santísima Virgen a quien se arrodillase delante de una imagen suya, como por ejemplo, la de la Medalla Milagrosa?
Plinio Correa de Oliveira imaginó admirablemente para nosotros esta escena y puso en los labios de la Inmaculada estas tiernas palabras:
En mí verás:
El reflejo sin mancha de la Bondad increada y absoluta,
Todo cuanto quiero dar porque soy buena,
Todo cuanto deseo conceder porque soy Madre,
Todo cuanto puedo dar porque soy Reina.
Todo ello, hijo mío, lo voy irradiando sobre los hombres.
Esta imagen mía, no te dice una sola palabra. Sin embargo, hago algo mucho mejor que hablar a tus oídos: te comunico una gracia que te habla en el fondo del alma.
¿Notas en ti esa paz que transborda de mi Corazón Inmaculado, que te envuelve, que te penetra por completo?
Esa paz que ninguna alegría terrena puede traer, y que te hace sentir una tranquilidad interior en la cual resuena mi voz inaudible.
En lo que concierne a tus justos anhelos, ¡todo está resuelto! Y aquello que no lo estuviere, se resolverá oportunamente, según los designios amorosos de Dios. Confía en mí, que todo lo resolveré.
Acepta esta sonrisa,
Ponle atención a la voz de la gracia.
Imprégnate de esta bondad,
Y no dudes jamás.
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