LEÓN XIV

Alegría, esperanzas y preocupaciones

Por Julio Loredo de Izcue

Habemus Papam! El mundo entero acogió con alegría la elección al Trono Pontificio del cardenal Robert Francis Prevost, con el nombre de León XIV, 267º sucesor de San Pedro. Para nosotros, los peruanos, es motivo de especial alegría –diríamos mejor euforia–, por haber pasado gran parte de su vida en el Perú, e incluso haber adoptado nuestra nacionalidad. Ahora nos preguntamos: ¿Qué nos traerá su pontificado? ¿Continuará los rumbos del Papa Francisco? ¿Enfrentará a los demoledores de la Iglesia?

Durante estos meses, los medios de comunicación han abundado en noticias relacionadas al Papado. Primero, a raíz del fallecimiento de Francisco, prodigando comentarios y recuentos sobre su pontificado. A continuación, enfocaron el Cónclave y luego al nuevo Papa elegido.

Miles de personas acudieron a los funerales de Francisco (France 24)

Triunfo del Papado sobre las corrientes laicistas

Una primera observación que podemos hacer de todo ello es que el Papado atrae la atención general, a pesar de la incesante campaña laicista que ha golpeado a la Iglesia desde hace más de 200 años. ¿Qué dirían los llamados “espíritus fuertes”, que "profetizaban" a gran voz la desaparición de la Iglesia católica a finales del siglo XX —y los que ya la anunciaban para el XIX, o el XVIII— viendo hasta qué punto el mundo de hoy se interesa en la muerte y la elección de los Papas?

Si se han dedicado decenas de páginas a estos temas, no se debe tanto al fervor religioso de los responsables de los medios, sino a la veneración, admiración y confianza filial del público hacia la Cátedra de Roma.

Esta actitud de la opinión pública marca la victoria del Papado como institución e independientemente del ocupante, sobre aquella inmensa ofensiva propagandística. Los que profetizaron su muerte yacen en los cementerios. ¡La barca de Pedro continúa navegando por los mares!

Multitud espera el resultado del Cónclave en al Plaza de San Pedro (Foto: AP/Markus Schreiber)

¿Será León XIV un “Francisco II”?

Volviéndonos a León XIV, la gran pregunta que nos viene al espíritu es: ¿qué tipo de pontificado desempeñará? ¿Será un continuador de las innovaciones audaces y controvertidas del Papa Francisco? ¿O reconducirá la Iglesia a un camino que la gran masa católica pueda asimilar más fácilmente?

El pontificado anterior ha sido comparado con un huracán. Queriendo implementar un “cambio de paradigma”, Francisco sacudió estructuras milenarias; cuestionó enseñanzas consideradas imperecederas; alteró protocolos eclesiales; incluso, a veces, pasó por encima del Derecho Canónico gobernando con actitud que varios obispos consideraron autoritaria. Sobre todo, inició un proceso “sinodal” de la Iglesia que, según el cardenal teólogo Gerhard Müller, la habría transformado en algo diferente de aquella fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

Anhelos de paz y normalidad en la Iglesia

Temiendo una desfiguración irreparable del rostro de la Esposa de Cristo, incluso un cisma, desde todos lados –excepto, por supuesto, desde el campo progresista, que en todo caso es minoritario– empezó a surgir un deseo de paz y de normalidad. La barca de Pedro debía ser preservada a toda costa.

Quedará para la historia la entrevista del cardenal Camillo Ruini en el diario italiano Corriere della Sera, en la que el veterano purpurado hizo un sentido llamado: “¡La Iglesia debe volver a ser católica!”.

Se comenzó así a formar un consenso alrededor de un candidato que pudiera esclarecer y reunir a los fieles en torno a los postulados fundamentales de la Fe, un candidato capaz de reavivar la esperanza misionera de la Iglesia, una Iglesia que afirma la propia identidad en el mundo moderno, no que persigue obsequiosamente sus modas.

León XIV parece ser buscador de consensos

Antes del cónclave me preguntaba si, ante el proceso de entrega al mundo, característico del pontificado anterior, el nuevo Papa sería un luchador, un negociador o un mediador.

Descartados por diversas razones los candidatos más destacados, comenzó a perfilarse la figura gentil y espiritual del cardenal estadounidense, por mucho tiempo radicado en Perú, Francis Robert Prevost Martínez. De fuentes fidedignas sabemos que, durante las Congregaciones Generales que precedieron el Cónclave, él tuvo una serie de encuentros privados con representantes de las diversas tendencias de la Iglesia, construyendo puentes y reuniendo consensos.

En otras palabras, emergió como un verdadero mediador, logrando finalmente obtener los votos necesarios ya en la cuarta votación.

“Desde el principio se buscó un candidato mediador”, comenta Massimo Gaggi en el diario Corriere della Sera.“Prevost pareció satisfacer a todos o, al menos, no suscitaba objeciones radicales”.

Está claro —observa un agudo estudioso de los asuntos vaticanos— que él ha dado garantías de retorno a una mayor claridad doctrinal y la promesa de restablecer la unidad y la paz dentro de la Iglesia, aliviando las limitaciones o levantando las prohibiciones que pesan contra aquellos que, celosos de guardar la ortodoxia, dudan de ciertas orientaciones eclesiales de las últimas décadas por considerar que estas se desvían de aquella.

El lenguaje de las formas

León XIV (Foto: CNS / Lola Gómez)

Desde su aparición en la Logia de la Bendición, las formas han cambiado claramente. A diferencia de Francisco, que apareció con una sencilla sotana blanca papal, León llevaba los atributos tradicionales del Sumo Pontífice: la muceta roja, símbolo de continuidad en la Iglesia, y la estola pontificia, que representa la autoridad del Papa. También llevaba una cruz pectoral de oro.

Sus primeras palabras se apartaron bastante del discurso más bien sociológico de su predecesor. De hecho, León se dirigió a los fieles con el saludo del Resucitado: “La paz esté con vosotros”, invitándolos a centrar todo en Cristo, a través de la Virgen Santísima, a quien dedicó un Avemaría.

El estilo espiritual de las palabras del nuevo Papa resonó en la Plaza de San Pedro y en todo el mundo como una bocanada de aire fresco, después de años de discursos con otros tintes.

Estos y otros gestos, incluida la Misa en la Capilla Sixtina, celebrada en el tradicional altar versus Deum —de cara al Sagrario—, han provocado con razón el regocijo de los defensores de la ortodoxia.

Yo también me uno a los que celebran estas ráfagas de aire fresco, al tiempo que lo felicito por su elección y ofrezco mis humildes oraciones para que sea verdaderamente un signo de la unión de todos en Cristo por medio de María.

El patronazgo de la Madre del Buen Consejo

Otro signo de esperanza es la visita que realizó para consagrar su pontificado a la Virgen del Buen Consejo en su santuario agustino de Genazzano, cerca de Roma. En Tradición y Acción por un Perú mayor somos muy devotos de esta imagen milagrosa que concedió gracias excepcionales a nuestro inspirador Plinio Corrêa de Oliveira y que también ha sido muy venerada por Papas, Santos y fundadores a lo largo de los siglos.

Algo preocupante: ¿Cómo se logra consenso con los progresistas, si no es cediendo?

Me gustaría, sin embargo, confesarles una preocupación. Por definición, un mediador debe conciliar posiciones diferentes, incluso conflictivas. ¿Habrá proporcionado el cardenal Prevost alguna garantía incluso a aquellos que querrían impulsar a toda costa algunas de las innovaciones que tanta división causan en la Iglesia? Por ahora no lo sabermos.

El hecho es que también está obteniendo el consenso de conocidos progresistas, muchos de los cuales lo aplauden hoy. ¿Qué implica este aplauso? ¿Será esto una mera ilusión de ellos, un wishful thinking como dicen los americanos, un autoengaño de que el Papa piensa igual que ellos? ¿O una técnica para ejercer presión a favor de la orientación ideológica que tienen? Solo el tiempo lo dirá. Creo que cualquier comentario sobre esto es prematuro.

No bajemos la guardia ante el “progresismo” demoledor

Sin embargo, analizando algunos precedentes en la historia de la Iglesia, mi temor es que el estilo benévolo y acogedor del nuevo Pontífice, sumado a algunos de sus actos simpáticos, termine por desarmar la creciente vigilancia y resistencia que existe hoy en la Iglesia respecto a algunos puntos centrales de la agenda progresista. Por ejemplo, respecto al escandaloso camino sinodal alemán. Al “bajar la guardia”, ¿no hay peligro de que se opere sobre los fieles y clérigos, incluso subconscientemente, un avance silencioso del extremismo progresista?

Es necesario revertir la demolición con medidas profundas

La crisis en la Iglesia no empezó ayer. Ya en 1968 Pablo VI admitió que la Iglesia era víctima de un misterioso “proceso de autodestrucción”. Cuatro años después, anunció que el “humo de Satanás” había penetrado en ella. En 1981, Juan Pablo II denunció que “los cristianos de hoy se sienten perdidos, confundidos, perplejos e incluso decepcionados”. Y su sucesor, Benedicto XVI, también habló de un “proceso de progresiva decadencia”, de una situación de “invierno eclesial”, lamentando: “¡cuánta suciedad en el rostro de la Iglesia!”. El propio Francisco tuvo que admitir que el estado de la Iglesia es tan grave que parece “un hospital de campaña después de una batalla”. El difunto Pontífice partió hacia la eternidad con la autodestrucción en plena marcha y el humo de Satanás extendiéndose. De hecho, bajo su mando el proceso se ha acentuado mucho más, hasta el punto que el cardenal George Pell observó: “Somos más débiles que hace cincuenta años”.

Desgraciadamente, esta crisis tiene raíces muy profundas. Las medidas superficiales son buenas, pero no resolverán la situación. ¿Podemos esperar una intervención profunda del nuevo Papa? Es lo que anhelamos. A cualquiera que se encuentre en un barco, en medio de una densa humareda y en compañía de pasajeros y tripulantes que están desmantelando la nave, le interesa saber qué se hará al respecto.

Esperanzas por un pontificado misionero y de unidad en la verdad

León XIV es un Papa eminentemente misionero. Como dijimos, pasó gran parte de su vida en Perú. Todos lo recuerdan como sacerdote, y luego como obispo, siempre dispuesto a escuchar a los fieles y salir al paso de sus necesidades. Varias personas que lo conocieron confirman esta impresión.

Hoy, ya no tiene ante sí la misión de Chulucanas, ni la diócesis de Chiclayo ni del Callao, sino la Iglesia universal.

Precisamente en esta Iglesia, como hemos documentado varias veces, se está produciendo un gran movimiento de conversión, especialmente entre los jóvenes. Esta es una gracia nueva que impulsa a miles y miles de personas a buscar en la Santa Iglesia aquellas verdades y certezas que faltan en el mundo contemporáneo. Por encima de todo, hay un deseo de esplendor y belleza, especialmente en la liturgia.

Certificado oficial de la asunción de León XIV al Papado

Se ha dado ya un primer paso. León XIV retomó una catequesis sobre la centralidad de la fe y de la religión. Justo lo que quieren las masas hambrientas de lo trascendental. Comenta el conocido filósofo Prof. Stefano Fontana: León XIV “marca el regreso de la evangelización y de la verticalidad”, es decir, “el volverse ante todo a las cosas de arriba”.

Mi esperanza es que el pontificado de León XIV pueda constituir un punto de verdadera unidad en Cristo, lo cual implica unidad en la verdad y el bien. Que el celo misionero del nuevo Papa pueda llegar a todos aquellos que se están convirtiendo a la fe, y en particular a los jóvenes que buscan lo que san Agustín llamaba esa belleza “siempre antigua, siempre nueva”.

Artículos relacionados:
* Mensaje al Papa León XIV por su elección










Portada del sitio Temas internacionales Actualidad Internacional



Mensajes

¿Un mensaje, un comentario?

moderación a priori

Este foro es moderado a priori: su contribución sólo aparecerá una vez validada por un/a administrador/a del sitio.

¿Quién es usted?
Su mensaje

Para crear párrafos, deje simplemente líneas vacías.

Cerrar