Tres misterios de un “talk show” de dos horas

Por John Horvat

La entrevista de dos horas de Tucker Carlson con Vladimir Putin el 8 de febrero suscitó mucha controversia, pero aclaró poco.

Dirí­a yo que la entrevista estuvo bien encasillada por el reproche inicial de Putin cuando preguntó a su entrevistador: "¿Esta es una conversación seria o un talk show?".

Los dos parecí­an estar en bandos opuestos. Putin le dio al periodista efervescente y gruñón una lección de mil años de historia rusa condensada. Tucker Carlson escuchó en un silencio, aturdido.

El impacto de la entrevista

La entrevista no fue del todo exitosa para Putin. Tucker Carlson, tan simpático al lí­der ruso, admitió que este no habí­a presentado su caso de forma coherente [1]. La mayorí­a de los comentaristas la criticaron como una justificación poco sólida de la injusta invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero de 2022.

Si bien la mayor parte de la opinión pública estadounidense se negó a simpatizar con Putin, no puede decirse lo mismo del que probablemente era el verdadero público objetivo de la entrevista. Lamentablemente, Putin fascina a un sector concreto de la opinión pública estadounidense. Algunos conservadores, incluso católicos, alabaron la entrevista y su "lección de historia". Dijeron estar cautivados por la profundidad de los comentarios históricos del antiguo agente de la KGB, que podrí­an "remodelar el mundo".

Creo que parte de este embeleso proviene del deseo de encajar a Putin en una narrativa que a muchos les gustarí­a creer, aunque sea una fantasí­a. En medio de un mundo moldeado por Davos, estos conservadores fantasean que este antiguo asistente a Davos es un personaje atí­pico que defiende el cristianismo y los intereses de la gente corriente. Que es un rebelde internacional contra el sistema al que alguna vez perteneció. La verdad, sin embargo, es muy distinta.

Imaginando a Putin como no es

Lo que atrae especialmente a estos partidarios de Putin es el lado religioso de la ficción. El ex teniente coronel del KGB es retratado como una figura religiosa porque la Iglesia Ortodoxa Rusa apoya su agenda. Se le compara con Constantino, y hasta con San Pablo: un héroe convertido que se enfrenta a un mundo corrupto y secular.

Para este nicho de audiencia, la entrevista de Carlson fue un podio que permitió a Putin representar este personaje. Lo más importante de la entrevista fue la presentación del hombre y sus ideas, no su apresurada disección revisionista de incidentes históricos que dará lugar a interminables debates sobre la historia de Europa Oriental.

Tres misterios en la "lección de historia" de Putin me preocuparon, y me sorprendió que muchos otros no los vieran o no quisieran verlos. Estos misterios enturbian la figura de Putin tal y como muchos desean percibirla, y ponen en tela de juicio su versión del conflicto ucraniano.

Primer misterio: los crí­menes de la Rusia soviética fueron eliminados de la memoria histórica de Putin

El primer misterio es el tratamiento que da Putin al pasado soviético de Rusia. Dada su actual narrativa nacionalista rusa, la entrevista habrí­a sido una oportunidad ideal para que se quejara de que una ideologí­a occidental externa (el marxismo) financiada por una potencia externa (Alemania) se impuso a Rusia durante la era soviética, destruyendo su cultura y civilización.

Sin embargo, durante la entrevista, Putin abrazó el periodo marxista como parte de la historia rusa, barriendo bajo la alfombra los horribles crí­menes del régimen soviético.

Sólo encontró defectos en Lenin y Stalin por crear la República Socialista Soviética de Ucrania en la Unión Soviética "por razones desconocidas". Lo máximo que admitió durante toda la entrevista fue que hubo algunos problemas en "la época de Stalin, el llamado régimen de Stalin, en el que, como muchos afirman, se produjeron numerosas violaciones de los derechos humanos y de los derechos de otros Estados".

En su "lección de historia" no se mencionaron el Archipiélago Gulag, la Cortina de Hierro ni el Muro de Berlí­n. Tampoco las decenas de millones de personas que murieron en la sovietización del antiguo Imperio Ruso. Se echa especialmente en falta al Holodomor ucraniano, la hambruna inducida de 1931-1932 en la que murieron al menos cuatro o cinco millones de ucranianos. Durante la desconexa entrevista, la palabra comunismo y sus ví­ctimas no se mencionaron.

Este antiguo teniente coronel del KGB no lamentó la creación comunista de una anti-Rusia. No hubo reconocimiento de error, ni disculpa por los crí­menes, ni acusación de la ideologí­a que destruyó la Rusia que él dice amar.

Tampoco mencionó la alegrí­a de cientos de millones de personas cuando el brutal régimen finalmente implosionó y cayó el Muro de la Infamia.

Segundo Misterio: La amnesia sobre la despiadada persecución de la Iglesia católica

El segundo misterio fue la omisión de la persecución a la Iglesia católica. Yo esperarí­a que mis hermanos en la fe estuvieran familiarizados con la trágica historia de la Iglesia Católica en Ucrania y el resto de la URSS bajo el comunismo.

Putin identificó constantemente a Rusia con la llamada Ortodoxia. "La ortodoxia, el cristianismo oriental, arraigó profundamente en la conciencia del pueblo ruso".

También hizo esta generalización respecto a Ucrania (a la que considera parte integrante de Rusia) e insistió en que Ucrania comparte una fe común con Rusia.

Tal descripción desestima e ignora a los casi cinco millones de católicos ucranianos que ahora son libres de practicar su fe. Hay una constante insinuación anticatólica en la forma en que Putin cuenta la historia. Reduce a estos católicos a elementos occidentales e ilegí­timos implantados en suelo ruso. Convierte la fe en una cuestión geográfica, no teológica.

De hecho, Putin guardó silencio sobre cómo el régimen soviético de Stalin convocó un sí­nodo de obispos en Lviv en 1946, para decretar la "reunificación" forzosa de los greco-católicos ucranianos con la Iglesia Ortodoxa Rusa. En 1949, la iglesia greco-católica de Transcarpacia fue igualmente abolida, pasando a la clandestinidad durante las décadas de dominio soviético, mientras que cómplices ortodoxos confiscaron y ocuparon sus iglesias [2].

Tras la caí­da del comunismo, el clero y los obispos católicos recuperaron sus iglesias. Clérigos y congregaciones enteras se convirtieron a la Iglesia católica desde la “ortodoxia” .

Los católicos ucranianos saben muy bien que si Putin tiene éxito en su objetivo de englobar de nuevo a Ucrania en Rusia, hará todo lo posible por borrar la fe católica de Ucrania. Los católicos que veneran a Putin deberí­an prestar mucha atención a los temores expresados por sus hermanos en Ucrania.

Tercer Misterio: La muy moderna visión de Putin sobre la religión

El último misterio de la entrevista con Tucker Carlson fue la negativa de Putin a hablar de Dios. Dentro de la narrativa en la que es visto como paladí­n de Dios, se esperarí­a que proclamara su fe cristiana.

Tucker Carlson se lo puso “en bandeja” cuando le preguntó: "Usted es un lí­der cristiano según su propia descripción. Entonces, ¿qué efecto tiene eso en usted?".

La respuesta de Putin fue evitar cualquier referencia personal a la fe o a una creencia especí­fica. Solo menciona la “Ortodoxia” menciona como una etiqueta nacionalista que identifica al pueblo ruso.

La visión de Putin sobre la religión en la entrevista fue una visión liberal de indiferencia religiosa. Cuando mencionó que Rusia "absorbió naciones" que profesaban el islam, el budismo y el judaí­smo, omitió decir palabra sobre la fe católica. Sin embargo, reivindicó ecuménicamente la igualdad de todas las religiones, afirmando que "los principales postulados, los principales valores son muy similares, por no decir iguales, en todas las religiones del mundo que acabo de mencionar".

Tampoco fueron profundas sus referencias al culto divino. Dijo que la religión "no consiste en manifestaciones externas, no consiste en ir a la iglesia todos los dí­as o golpearse la cabeza contra el suelo. Está en el corazón". Él la encuentra mucho más en el oscuro genio de Dostoievski (a quien hizo referencia) que en las sublimes obras de San Juan Crisóstomo (347-407), principal autor •católico• de la liturgia oriental utilizada por la “ortodoxia” .

El papel de Dios en la Historia

Tucker Carlson dio al lí­der ruso una oportunidad más de manifestar su fe al preguntarle si veí­a algo sobrenatural o al propio Dios en los sucesos actuales. ¿Reconocí­a "fuerzas que no son humanas" en acción?

Lejos de la visión de Constantino de la victoria a través de la Cruz de Cristo en la Batalla del Puente Milvio (312), la respuesta de Vladimir Putin a Carlson fue un "no" aplastante y decepcionante.

Su visión de la historia no se basa en Dios, sino en el poder materialista, una perspectiva con tintes marxistas y nietzscheanos:

"Mi opinión es que el desarrollo de la comunidad mundial se ajusta a sus leyes intrí­nsecas, y esas leyes son lo que son. Siempre ha sido así­ en la historia de la humanidad. Algunas naciones y paí­ses surgieron, se hicieron más fuertes y más numerosos, y luego abandonaron la escena internacional, perdiendo el estatus al que estaban acostumbrados".

De hecho, en opinión de Putin, la caí­da del Imperio Romano se debió al creciente poder económico y al desarrollo de los bárbaros, una perspectiva marxista. No se menciona el triunfo del cristianismo como factor importante en el ascenso de Occidente.

Rechazar la farsa

Así­ pues, la entrevista a Putin estuvo envuelta en misterio y no aclaró nada. La entrevista parecí­a diseñada para abrir debates apasionados sobre los detalles de acontecimientos pasados, que no persuadirán a ninguna de las partes. Parecí­a no desear resolver los problemas, sino multiplicarlos hasta el infinito con recriminaciones mutuas; algunas de ellas legí­timas.

Las omisiones de Putin sobre la antinaturalidad y los crí­menes del comunismo ponen en duda su narrativa, ya que le habrí­a resultado muy fácil condenar esa lacra de la humanidad que tanto destruyó su paí­s. El objetivo soviético de eliminar a la Iglesia católica en Ucrania, silenciado por Putin, deberí­a llevar a los católicos del mundo a retirarle su simpatí­a.

Las nociones de Putin sobre el impacto de la religión en la historia, muy superficiales, deberí­an hacernos ver que su programa no tiene futuro. Sus puntos de vista son una mezcla retorcida de filósofos del siglo XIX como Hegel, Nietzsche y Marx, que nos han conducido a donde estamos hoy.

Nada en las ideas y acciones de Putin presagia el movimiento renovador de la gracia de Dios que ha convertido a los pueblos y cambiado la historia a través de los tiempos. Sus reflexiones revisionistas nada tienen que ver con el mensaje de Nuestra Señora de Fátima que prometió la conversión de Rusia.

Hasta que no se resuelvan estos misterios, no puedo participar de un debate con esta falsa narrativa. No es una conversación seria. Es un talk show.











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