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“He aquí­ el Corazón que tanto amó a los hombres”

Plinio Corrêa de Oliveira

El Sagrado Corazón de Jesús [1]

“Insistentemente han recomendado los Papas que la humanidad intensifique el culto que presta al Sagrado Corazón de Jesús [2], a fin de que, regenerado el hombre por la gracia de Dios, y comprendiendo que debe ser Dios el centro de sus afectos, pueda reinar nuevamente en el mundo aquella tranquilidad del orden, de la cual tanto más distantes estamos cuanto más el mundo se despeña hacia la anarquí­a.

“Así­, no podrí­a un periódico católico pasar desapercibida la fiesta del Sagrado Corazón. No se trata apenas de un deber de piedad impuesto por el propio orden de las cosas, sino de un deber que la tragedia contemporánea vuelve más trágicamente apremiante.

“No hay quien no se alarme con los extremos de crueldad a que puede llegar el hombre contemporáneo. Esa crueldad no se atestigua apenas en los campos de batalla. Ella trasparece a cada paso, en los grandes y en los pequeños incidentes de la vida de todos los dí­as, a través de la extraordinaria dureza y frialdad de corazón con que la generalidad de las personas trata a sus semejantes.

El corazón, sí­mbolo del amor de Dios

“Así­, será solamente aumentando en los hombres el amor de Dios, que se podrá conseguir de ellos una profunda comprensión de sus deberes hacia el prójimo. Combatir el egoí­smo es tarea que conlleva necesariamente a dilatar los espacios del amor de Dios, según la bellí­sima frase de San Agustí­n.

“Ahora bien, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es, por excelencia, la fiesta del amor de Dios. En ella la Iglesia nos propone, como tema de meditación y objeto de nuestras plegarias, el amor tierní­simo e invariable de Dios que, hecho hombre, murió por nosotros. Mostrándonos el Corazón de Jesús ardiendo de amor, a despecho de las espinas con que lo circundamos por nuestras ofensas, la Iglesia nos abre la perspectiva de un perdón misericordioso y amplio, de un amor infinito y perfecto, de una alegrí­a completa e inmaculada, que deben constituir el encanto perenne de la vida espiritual de todos los verdaderos católicos.

“Amemos al Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos para que esa devoción triunfe auténticamente en todos los hogares, en todos los ambientes, y, sobre todo, en todos los corazones. Sólo así­ conseguiremos reformar al hombre contemporáneo” (Legionario,22-06-1941).







[1Santa Margarita Marí­a Alacoque (1647-1690), rezaba delante del Santí­simo Sacramento, en 1675, cuando Nuestro Señor se le aparece mostrando el Corazón y le dice: “He aquí­ el Corazón que tanto amó a los hombres que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles amor, y por toda correspondencia sólo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes” (Sainte Marguerite Marie, Sa Vie écrite par elle-même, Ediciones Saint Paul, Parí­s, 1947, p. 70).

[2El Papa Clemente XIII instituyó, en 1765, la celebración oficial de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús para todos los paí­ses e iglesias que lo solicitasen. Y el Beato Pí­o IX, en 1856, la extendió a toda la Iglesia universal.





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