A 400 AÑOS DE SU GLORIOSA MUERTE

Grandeza de la misión de Santa Rosa de Lima

Plinio Corrêa de Oliveira

Como homenaje a Santa Rosa de Lima en el 4° centenario de su bienaventurada muerte, transcribimos un comentario del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, hecho hace exactamente 50 años, el 29 de agosto de 1967, en su habitual reunión para jóvenes denominada “Santo del Día”. Allí el ilustre líder católico aborda un aspecto esencial de la obra de nuestra primera santa y Patrona de toda América.

Desbordante espíritu de sacrificio y afán misionero

Acerca de Santa Rosa de Lima tenemos una ficha biográfica sacada de la obra “El Año Litúrgico”, de Dom Guéranger:

imagen de Santa Rosa que estuvo en el camerino de Miguel Grau S. regalo que le hizo Monseñor José Antonio Roca y Boloña, su amigo y confesor.

“Infelizmente, algún tiempo después de la gloriosa conquista de América por los españoles, en Lima, fundada a los pies de las cordilleras andinas como la metrópoli de una provincia, la corrupción era tal que San Francisco Solano precisó imitar al profeta Jonás y amenazarla como Nínive de los castigos divinos. Pero la misericordia divina ya se manifestara en el alma de una niña capaz de todas las expiaciones.

“Ella contaba apenas 31 años cuando, em medio de la noche que iniciaba la fiesta de San Bartolomé [24 de agosto] en el año de 1617, oyó el llamado: ‘He aquí el esposo’ (MT. 25, 6). En Lima, en todo el Perú, en América entera, prodigios de conversión y gracia señalaron el paso de la humilde virgen desconocida hasta entonces. Se atestó jurídicamente, afirma el Sumo Pontífice en su bula de canonización, que desde el descubrimiento del Perú no se halló ningún misionero que hubiese producido semejante espíritu universal de penitencia. Y cinco años más tarde era dedicado el monasterio de Santa Catalina de Siena que debía continuar en Lima la obra de santificación, de cura, de defensa social, y que se llamaría el Monasterio de Rosa, del que ella era de hecho, delante de Dios, fundadora y la madre.

“Y esta niña que lo que sólo hiciera fue rezar y sufrir, que en medio de la corrupción del mundo ofreciera a Dios su virginidad, que sólo buscaba el silencio y la oscuridad, se tornó la patrona del Perú e incluso el Papa Clemente X extendió su protección a las Indias, a las Filipinas y a América entera”.

A seguir, una ficha de Daras:

“El celo de la casa de Dios la devoraba. Cuando volvía sus ojos hacia las naciones infieles de la América meridional, sufría en su alma torturas indecibles y lloraba. Concitaba a los sacerdotes, religiosos, a que volasen en socorro de esas almas. Ella pensó en adoptar y educar un niño para consagrarlo después a las misiones. La muerte le impidió realizar este proyecto.

“Un día ella pensó que iba a coger la palma del martirio y grande fue su entusiasmo. Avistóse en la costa una flota holandesa que parecía querer tentar un desembarque en Lima. Para los marineros heréticos esta era la señal para el pillaje de las iglesias. La alarma fue dada a la ciudad. Rosa se dirigió a la iglesia de Santo Domingo y demostró su intención de hacerse masacrar cubriendo el tabernáculo con sus brazos. Se vio a esta virgen tímida rasgar la barra de su vestido para tener más agilidad y, desarmada, colocarse al pie del altar en postura de guerrera. Pero Dios se contentó solamente con esa demostración de celo. La flota enemiga se apartó sin hacer daño.

“Esta santa había colocado en Dios toda su esperanza. Cantaba con frecuencia ese versículo familiar a los Padres del desierto: ’Oh Dios ven en mi auxilio, Señor, apresúrate a socorrerme’ (Ps. 69) . Sucedió que su alma fuese perturbada considerando el misterio de la predestinación. El Señor la calmó asegurándole Él mismo: Hija mía, Yo sólo condeno aquel que se quiere condenar. Guarda en paz tu alma”.

Cooperación con el grandioso plan divino para América

Defensa de la Eucaristía con Santa Rosa, pintor anónimo, s. XVIII. Colección del Museo Pedro de Osma.

Estos hechos de la vida de Santa Rosa de Lima nos ponen un poco delante de las condiciones de la América Latina en aquel tiempo. Sucedió que en el Brasil, tanto cuanto en la América Española, la venida de los ibéricos hacia aquí producía un trauma moral de los más peligrosos.

Ellos eran los hombres que venían de Europa, que tenían sed de aventura, de naturaleza rústica y salvaje, y que llegando aquí en muchos casos se entregaban a la salvajada y a las aventuras. Encontrando aquí una naturaleza tropical exuberante, con condiciones climáticas que favorecían la lujuria y la desnudez, ellos de todos los modos se dejaban disolver en un ambiente donde la vulgaridad, el desaliño y la corrupción moral iban a la par, lo que determinaba una baja de nivel tremenda.

Santa Rosa de Lima entendió que si no hubiese una gran gracia y una gran reacción, sería imposible evitar que esas poblaciones frustrasen los designios santos de la Providencia cuando encaminó los pueblos ibéricos hacia aquí; pueblos que habrían de ser tan fieles a la fe católica, lo cual determinaría exactamente la formación de ese inmenso bloque católico que iba antiguamente desde los Estados Unidos hasta el litoral extremo sur de la Argentina y de Chile.

En esas condiciones, era preciso hacer una gran obra. Y lo curioso es que Dios no suscitó para la América entera un gran predicador. Él puso aquí, allá y acullá grandes predicadores, pero de ámbito restringido. Alguien que tuviese una misión de carácter universal, esta persona fue solo una mujer, y fue Santa Rosa de Lima. Y lo fue porque era un alma penitente, un alma suplicante y Dios quería que [por medio de ella] se hiciese, en el plano de la Comunión de los Santos, aquello que era necesario para salvar a América.

Vino justamente de allí que su fama de santidad recorrió toda América y determinó incontables milagros y conversiones. Y —hecho particularmente precioso— el espíritu que ella suscitaba en torno de sí era el de penitencia, el espíritu de mortificación, tan duro y tan difícil de suscitar.

Con eso, ella naturalmente frenó en gran parte la corrupción de las costumbres. Y por la acción de ella, correspondida por los hombres de un modo apenas incompleto, se crearon condiciones menos favorables a la Revolución, lo que a su vez determinó una marcha más lenta de la Revolución en nuestro continente.

El poder de un alma que corresponda a la gracia

Retrato póstumo de Santa Rosa, lienzo del artista italiano Angelino Medoro. Fue pintado pocas horas después del fallecimiento de la santa limeña, el 24 de agosto de 1617.

Vemos así lo que puede una sola alma, desde que ella se entregue a Nuestra Señora de hecho, desde que resuelva renunciar a todas las ventajas y todas las molicies de la tierra, entregándose de veras a la misericordia de Dios y a la penitencia.

Aqui está la gran lección para nosotros. Una persona que corresponda enteramente a la gracia puede hacer un bien indecible, si se santifica. Y es el coraje de dejarse hacer santo de altar lo que se debe pedir a Nuestra Señora.

Que Ella nos dé ese coraje por las vías que Ella entienda y, especialmente, por la “pequeña vía” de Santa Teresita del Niño Jesús, en que no es el hombre quien va delante del coraje, sino es el coraje el que va de encuentro al hombre. Y habita el hombre cuando menos lo espera, a fin de realizar grandes obras.

Vamos a pedir, por tanto, a Santa Rosa de Lima que tanto bien hizo y hace a nuestro continente, para que ella nos haga bien también a nosotros para la preservación y continuación de su obra, para que realmente la América Latina pueda ser el campo de elección para el Reino de María anunciado en Fátima.











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