La carta de los cuatro Cardenales al Papa: ¿anuncio de tormentas en la Iglesia?
Crece en el mundo católico la resonancia de la carta que cuatro cardenales enviaron al Papa Francisco, pidiéndole clarificar puntos de la Exhortación apostólica Amoris Laetitia que vienen generando zozobra y confusión entre los fieles. La prensa peruana, endémicamente viciada en irrelevancias, ha ignorado como de costumbre este importantísimo tema que puede afectar la vida de todo el orbe cristiano ”el Perú incluido” y que aquí resumimos en lo esencial para conocimiento de nuestros lectores.
El contexto: enfrentamientos sobre temas de familia
Como se recuerda, en 2014 y 2015 se realizaron en Roma dos Sínodos de obispos sobre la familia, en los que afloraron visiones contrapuestas acerca de la indisolubilidad matrimonial, de la segunda unión de divorciados, e incluso sobre las uniones homosexuales.
Una corriente de obispos encabezada por el Cardenal Walter Kasper y otros prelados de lengua alemana sostuvo posiciones “aperturistas” , tendientes a relativizar la indisolubilidad del matrimonio y las condiciones para acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
Frente a ellos se perfiló una corriente opuesta, en la que se destacaron el Cardenal Robert Sarah y varios obispos de África, que afirmaron la completa imposibilidad moral de tal relativización. Sostenían que esta equivaldría a renunciar a la fidelidad al mandato divino “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” (Mc. 10, 9) y a la enseñanza de que nadie puede acceder a la Comunión sacramental si no se halla en estado de gracia.
El enfrentamiento fue creciendo en intensidad, con numerosas declaraciones de una y otra parte, destacándose varios documentos del campo conservador por su argumentación sólida y concluyente, algunos de ellos suscritos por eclesiásticos y laicos de renombre.
En ese estado de cosas, el pasado 8 de abril se publicó la Exhortación Apostólica Amoris Laetitiae (AL), que abordaba la temática tratada en ambos Sínodos. Pero lamentablemente, en vez de zanjar las cuestiones en debate, ese documento de casi 300 páginas produjo el efecto opuesto, como una caja de Pandora de la que saltaron múltiples “interpretaciones” antagónicas, aumentando la confusión.
Así, mientras unos prelados manifestaban que la AL no cambia la imposibilidad moral de recibir los sacramentos si la persona lleva vida marital irregular, otros sostenían lo contrario, que se trata de un tema solo “pastoral” y por eso, después de un “acompañamiento” y “discernimiento” , esas personas podrían acceder a la Comunión sin cambiar su estado de vida. Algunos fueron más lejos, sosteniendo que esa licencia podría extenderse a convivientes del mismo sexo.
Tal divergencia evidentemente no puede dejar de producir un grave daño a la unidad de la Iglesia, a la salvación de las almas y a la preservación de la familia fundada en el matrimonio indisoluble.
Ello determinó que, con el propósito de disipar la confusión y esclarecer la delicada materia, en septiembre pasado cuatro cardenales, los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el italiano Carlo Cafarra y el estadounidense Raymond Burke, todos ellos de reconocida competencia doctrinal, dirigieran una consulta al Santo Padre, denominada Dubia (Dudas).
Esa forma de consulta es empleada para dirimir dudas doctrinales o disciplinarias, a las cuales el Papa responde de modo afirmativo o negativo. La utilizó, por ejemplo, en el año 1901 el obispo de Utrecht (Holanda) para someter a la Santa Sede tres Dubia surgidas de un caso muy interesante, sobre el uso de agua bautismal mezclada con un medicamento, por razones terapéuticas. Las respuestas del Santo Oficio fueron todas aprobadas por el Papa León XIII.
Las razones de la carta
En el caso presente, al no recibir respuesta de Francisco, dos meses después de enviada la carta los cardenales decidieron publicarla, precedida de una breve introducción en que exponen las razones que los movieron a escribirla.
Explican que ciertos pasajes de la AL que atañen a la moral, particularmente sobre la administración de la Comunión a personas en situación marital irregular, han generado “grave desconcierto” en muchos fieles e “interpretaciones contradictorias” de parte de diversos Pastores, por lo cual decidieron recurrir directamente al Santo Padre.
De esa forma cumplen en conciencia el encargo que les asigna el Derecho Canónico, de “ayudar al Papa en el cuidado de la Iglesia” ; en este caso, buscando disipar ambigüedades, y prevenir así divisiones y conflictos.
Al final señalan que, si bien Francisco ha preferido no responderles, ellos interpretan esa decisión soberana como una invitación a “continuar la reflexión y la discusión, serena y respetuosamente” , para lo cual ponen sus Dubia al alcance de todos los católicos.
Las preguntas de los cuatro cardenales
En la carta, los cardenales exponen al Papa que la AL ha dado lugar a “interpretaciones no sólo divergentes, sino también contradictorias” por parte de teólogos y eruditos, que afectan la indisolubilidad del matrimonio, sobre todo en el capítulo VIII. Esto causa “incertidumbre, confusión y alarma” entre los fieles, haciendo que muchos obispos y sacerdotes reciban constantes pedidos de aclaraciones sobre su correcta interpretación.
Por ello piden al Santo Padre que, como supremo Maestro de la Fe, “dirima las incertidumbres y clarifique” cinco cuestiones específicas, presentadas de modo que basta responder a cada una con un “sÍ o “no” , sin necesidad de argumentación adicional.
En resumen, los Cardenales consultan al Papa:
1. Si, partir de lo afirmado en AL (§ 300-305), se puede ahora absolver en confesión y admitir a la Sagrada Eucaristía “a una persona que, estando unida por un vínculo matrimonial válido, convive more uxorio [NT ” maritalmente] con otra , sin cumplir los requisitos hasta aquí establecidos por el Magisterio de la Iglesia. Y si esa eventual admisión a los sacramentos “en ciertos casos” (§ 305, nota 351), vale también para divorciados que conviven en nueva unión;
2. Si permanece válida la enseñanza de Juan Pablo II (Veritatis Splendor, § 79) de que existen normas morales absolutas, válidas sin excepción alguna, que prohíben acciones intrínsecamente malas ;
3. Si aún puede afirmarse, confrontado al § 304 de AL, que quien “vive habitualmente en contradicción con un mandamiento de la ley de Dios, como por ejemplo el que prohíbe el adulterio (cfr. Mt 19, 3-9), se encuentra en situación objetiva de pecado grave habitual , tal como definió el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (cfr. Declaración del 24 de junio del 2000);
4. Si, sobre supuestas “circunstancias que atenúan la responsabilidad moral” (AL, § 302), permanece válida la enseñanza de Juan Pablo II (Veritatis Splendor, § 81) de que las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección” ;
5. Si, en el caso de uniones objetivamente irregulares (AL, § 303), continúa válida la enseñanza de Juan Pablo II (Veritatis splendor, § 56) que excluye terminantemente una interpretación “creativa” del papel de la conciencia, la cual nunca está autorizada a legitimar excepciones a las normas morales absolutas que prohíben acciones intrínsecamente malas por su objeto” .
A esas cinco preguntas los Cardenales añaden una Nota explicativa, señalando que es una práctica secular de la Iglesia esclarecer cuestiones dudosas. Recuerdan en tal sentido que, en lo referente a los sacramentos para divorciados en segunda unión, la Declaración del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos antes citada (v. pregunta 3) aclaró que el canon 915 del Código de Derecho Canónico establece que “a la sagrada comunión no serán admitidos” los que “obstinadamente perseveran en un manifiesto pecado grave” , e incluye entre estos a los divorciados que se han vuelto a casar civilmente .
El futuro: ¿hacia una crisis mayor que el “Gran Cisma” de Occidente?
Las Dubia se enviaron al Papa el pasado 19 de septiembre y se dieron a conocer al público casi 2 meses después, el 14 de noviembre. Desde entonces la controversia sobre el tema tiende a agudizarse, estimulada por el silencio papal. Otros cardenales y obispos de varios países han aprobado y apoyado la iniciativa, mientras que algunos ”en número menor” la han criticado, aunque con argumentos de casuística, eludiendo la discusión doctrinal y apelando en varios casos a la injuria personal.
El Año Nuevo 2017 se inicia así con las atenciones del mundo católico cada vez más enfocadas hacia los posibles desdoblamientos del caso. El Cardenal Raymond Burke explicó que, de persistir la falta de respuesta papal, el próximo paso podría ser la llamada “corrección formal” , consistente en “confrontar las declaraciones confusas en Amoris Laetitia con lo que ha sido la constante enseñanza y práctica de la Iglesia” , a fin de subsanar contradicciones entre ese texto y la doctrina católica perenne.
Según expresó otro de los firmantes, el cardenal Brandmüller, ese nuevo paso sería dado in camera caritatis (en privado). Pero si la confusión persistiera sin que llegue el esclarecimiento papal pedido, se podría pasar a otras acciones, teniendo en vista el bien de las almas, que es la ley suprema de la Iglesia.
Se configura así una crisis sin precedentes, en que la Iglesia Católica aparece ante los ojos asombrados de incontables fieles como un “reino dividido” (Mat. 12, 25), generando justa preocupación. El columnista Walter Mayr, del diario alemán “Der Spiegel” , refiere incluso que el propio Papa Francisco expresó a un grupo de cardenales, el día de su 80° cumpleaños, su temor de “pasar a la Historia como el Papa que dividió a la Iglesia” .
Y no se trata de una división cualquiera: el cardenal Brandmüller fue terminante al afirmar al mismo periódico que quien sostenga “que el adulterio persistente y la recepción de la sagrada Comunión son compatibles, es un hereje y está promoviendo un cisma .
Cabe notar cómo los conceptos de “herejía” y “cisma” se van instalando en este doloroso debate, presagiando una situación potencialmente mucho más grave que el llamado “Gran Cisma” de Occidente, que durante 40 años (1378-1417) escindió a la Iglesia Católica.
Aquella triste división tuvo motivaciones políticas, relacionadas con las incipientes rivalidades nacionales europeas; pero no afectó la unidad de doctrina, que las facciones en pugna compartían intacta. La crisis actual, en cambio, enfrenta dos visiones profundamente opuestas sobre puntos clave de la doctrina y la moral de la Iglesia.
Ello nos coloca ante un futuro incierto e imprevisible, ante el cual los católicos debemos permanecer especialmente “atentos” y “firmes en la fe” (Cf. I Cor 16, 13); tanto más que no estamos ante una simple disputa teológica entre eclesiásticos, sino ante un debate que nos involucra a todos los fieles, ya que envuelve amenazas a la familia y la sociedad, que nos toca enfrentar empeñando en ello lo mejor de nuestro esfuerzo.
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