“CACERÍA” VIRTUAL, DECADENCIA REAL

El fenómeno Pokemon: “Go”... ¡hacia el caos!

Antony Burckhardt - corresponsal

PARÍS – Jóvenes que súbitamente colocan en peligro su empleo y a veces sus vidas, individuos deambulando como zombis dentro de iglesias en Londres o de Montreal, decenas de noctámbulos yendo y viniendo por el cementerio Père Lachaise de París… ¿Qué virus ha originado esta epidemia de comportamientos extraños que desde hace algunas semanas contamina el planeta?

El culpable se define por dos palabras: Pokemon GO! Un juego disponible desde julio de 2016 en las plataformas iOS y Android, cuyo fin consiste en “capturar” mediante su teléfono portátil “Pokemones” virtualmente esparcidos por todas partes, sin tener en cuenta la frontera fundamental que separa el espacio privado del espacio público.

Antes de mutar en entes dispersos en la naturaleza, los Pokemon habían nacido bajo la forma de un simple videojuego “clásico” en 1995, imaginados por Satoshi Tajiri, un productor de videojuegos japonés. El nombre Pokémon surgió de la contracción del nombre inglés Pocket Monsters (“monstruos de bolsillo”). El Pokemon es, pues, un monstruo, o más exactamente una criatura poseedora de aptitudes impracticables por los animales del mundo real, tales como escupir fuego, esparcir electricidad y hasta robar el alma de su adversario...

Si algunos de ellos tienen una apariencia inofensiva, otros evocan seres maléficos, demonios o dragones. Pero ninguno, por su aspecto, puede ser identificado espontáneamente al campo del bien.

El juego supone, por tanto, al igual que la película Shrek, una ruptura con los cuentos tradicionales. La presencia de seres monstruosos es justificada por el combate que le oponen los imaginarios héroes. Para el “Pokemon” sólo sirve el aniquilamiento del que se atraviese en el camino, incluso usando medios bárbaros como electrocutar. Si de un lado están dotados de poderes sobrenaturales, los Pokemones tienen sin embargo un uso muy limitado de la palabra: criaturas narcisistas, ellos se contentan de repetir su nombre. Confusión entre el bien y el mal, recurso ciego a la fuerza y negación de la razón: ¿qué virtud el videojuego Pokemon permite desarrollar?

Sin duda la aplicación Pokemon actual es aún más nociva que el juego cuando empezó, en la medida en que borra totalmente la distinción entre el mundo real y el mundo virtual. Para convencerse, basta observar a los “cazadores” de Pokemones que invaden las calles emprendiendo la persecución de sus presas imaginarias. Aunque moviéndose en medio de la multitud, no por eso dejan de estar aislados de sus semejantes, hipnotizados por sus teléfonos portátiles, a veces hasta desembocar en la tragedia…

De hecho, después de algunas semanas de existencia, Pokemon GO ya cuenta sus primeras víctimas. En los Estados Unidos un “cazador” agredido y apuñalado en una calle rechazó los cuidados médicos para poder continuar jugando. En Australia una joven mujer de 22 años fue atropellada por un conductor imprudente —¡pero no menos que ella!— mientras “cazaba” Pokemones. La “cazadora” murió en el acto. En Luxemburgo, otro “cazador” que jugaba mientras conducía, chocó varios automóviles y terminó volcando en campana. Menos dramático pero igualmente patético, en Nueva Zelanda un joven renunció a su trabajo para consagrarse al 100% a la “cacería” de Pokemones.

Como se ve, al contrario de lo que se podría esperar Pokemon GO no es utilizado exclusivamente por niños. De acuerdo a un estudio realizado en los Estados Unidos por Forbes, 71% de los jugadores de Pokemon GO tienen entre 18 et 50 años. La faja de edad más joven de jugadores, entre 13 et 17 años (22%), está por debajo de la faja de los 30 a 50 años (25%). El fenómeno es, a primera vista, idéntico en los otros continentes y principalmente en Europa, donde la amenaza islámica y el riesgo de atentados no parecen capaces de deshacer la burbuja Pokemon...

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Durante cerca de dos mil años, los romanos que se entregaban a fiestas y placeres mientras los bárbaros invadían y amenazaban el Imperio han sido considerados, con sobrada razón, la propia encarnación la decadencia, en lo que esta tiene de más vil y despreciable. Bien podrá ser que un día esos romanos sean reemplazados en el imaginario colectivo de Occidente por los “cazadores” de Pokemones, que tan afanosos se muestran por “cazar” en su universo virtual, mientras el mundo real es invadido por hordas de “refugiados” de carne y hueso, y puesto a fuego y sangre por otros bárbaros mil veces peores: el Daesh o “Estado Islámico”.











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