Renace la Guerra Fría. ¿Y después?

La invasión rusa a Georgia y el mensaje de Fátima

El conflicto de Georgia representa un drástico cambio en el panorama mundial, que presagia días convulsionados, y coloca repentinamente a Occidente frente a las perspectivas abiertas por el Mensaje de Fátima.

El conflicto de Georgia representa un drástico cambio en el panorama mundial, que presagia días convulsionados, y coloca repentinamente a Occidente frente a las perspectivas abiertas por el Mensaje de Fátima.

La invasión rusa a Georgia fue cuidadosamente calculada para coincidir con la inauguración de las Olimpiadas de Beijing. Con ella Rusia se abrió paso a empellones hacia el escenario mundial. Sus poco sofisticados ejércitos, completados con hordas de cosacos entregados a una brutal rapiña, aplastaron rápidamente a las pequeñas fuerzas armadas georgianas y saquearon las áreas ocupadas. Procediendo así Rusia envió a Occidente un recado: ya no se considera más una “ex” superpotencia; ahora pretende recuperar su antiguo status.

El problema central de este cambio no son las complejas controversias étnicas y territoriales que surcan Europa Oriental (temas que por cierto deben ser resueltos). Ni es el derecho de Rusia a afirmarse como nación. Lo esencial del cambio está en que se ha iniciado una política de agresión fuera de las normas del Derecho Internacional, amenazando la estabilidad y seguridad del mundo. Inundada de petrodólares occidentales, el despliegue de bravatas y de bluffs a que Rusia se lanzó parece dirigido a desafiar a Occidente y provocar una nueva confrontación.

Más allá de Tiflis, Europa oriental amenazada

Obviamente las bombas lanzadas en agosto sobre Tiflis y Gori retumbaron mucho más allá de Georgia y de su débil democracia. Reverberaron en las ventanas de los antiguos satélites rusos, que en todo el Báltico y Europa Oriental se han aliado a Occidente. A partir de ahora, la gastada excusa de “restablecer el orden” en Osetia del Sur y Abjasia podrá servir para que los rusos actúen de la misma manera en cualquier otra región fronteriza con pretextos análogos.

Este peligro fue bien entendido por las naciones que por mucho tiempo sufrieron bajo el yugo soviético. De inmediato Polonia, Ucrania, Estonia, Letonia y Lituania se apresuraron valerosamente a apoyar a Georgia. Polonia firmó además un pacto con Estados Unidos para establecer en su suelo sistemas de defensa de misiles, provocando inmediatamente la irritación de Moscú. Sintiéndose amenazados, Ucrania y otros países de Europa Oriental urgieron apresurar su ingreso a la OTAN, como medio de garantizar su propia independencia. La bipolaridad de la Guerra Fría renace así con fuerza.

La garra rusa en la yugular estratégica de Europa

El oleoducto del Cáucaso, que atraviesa Georgia, es la yugular energética de Europa

Las bombas sobre Georgia también estremecieron los mercados mundiales de petróleo, al verse que Moscú clava sus garras en la yugular estratégica de Europa: los oleoductos que pasan por dicho país provenientes de la rica cuenca petrolera y gasífera del Mar Caspio, únicos ductos independientes en la región. Siendo Rusia uno de los más grandes proveedores de energía para Europa, tener la “carta georgiana” en sus manos fortalece su juego, pues se muestra dispuesta a intimidar a Europa amenazando cortarle ese vital suministro.

Más que crecer en territorio, las anexiones rusas de Osetia del Sur y Abjasia buscan poner a prueba la firmeza del titubeante Occidente. Rusia parece contar con la desunión dentro de la Unión Europea, y aprovecha de paso la incertidumbre que rodea las próximas elecciones norteamericanas.

Lo que se puede concluir desde ahora es que el mundo asiste a un gran cambio de políticas: a Moscú ya no le asusta emprender acciones militares para hacer prevalecer sus intereses. Por lo tanto, la respuesta de Occidente sólo podrá ser demostrar su determinación de defender a Europa oriental de ese neoexpansionismo ruso.

La sombra de Hitler

Chamberlain creyó “salvar la paz”, dando su aval a las rapiñas territoriales de Hitler...

Este cambio guarda expresivas analogías con las vísperas de la II Guerra Mundial. En 1938 Adolf Hitler, ebrio de sueños de una Grosse Deutschland, la “Gran Alemania”, se apoderó primero de Austria, y después de los Sudetes —la región de mayoría étnica alemana en Checoeslovaquia—, sin ser contenido por las demás potencias europeas. Al contrario, en marzo de ese año los jefes de gobierno de Inglaterra y Francia, Chamberlain y Daladier, se reunieron con el Führer y con Mussolini en Munich, y firmaron un protocolo por el cual no se opondrían a esas anexiones. De regreso a sus respectivas capitales, Londres y París, fueron aclamados por multitudes necias en delirio como “salvadores de la paz”. Sólo una voz se levantó con fuerza para increpar a Chamberlain: fue Winston Churchill, quien desde su curul apostrofó al Premier liberal en un célebre discurso: “Debíais elegir entre la vergüenza y la guerra: ¡escogisteis la vergüenza, y tendréis la guerra!”. Pocos meses después Hitler, cebado de conquistas territoriales gracias a la inercia de Occidente, invadía Polonia. La II Guerra Mundial, que dejaría al menos 35 millones de muertos, había comenzado...

...pero Churchill le advirtió: “Escogiste la vergüenza; ¡tendrás la guerra!”. Y la guerra vino...

¿Qué ocurrirá si el mundo permite ahora displicentemente a Moscú avanzar en sus sueños de una “Gran Rusia” más allá de sus fronteras actuales? Para muchos europeos occidentales la tentación de ceder será grande. Ellos querrán evitar a toda costa una nueva Guerra Fría, para no perder el petróleo y el gas ruso, que les permite todavía el goce de una vida confortable y despreocupada. Y es obvio que ceder a esa tentación podrá estimular al régimen de Putin a hacer un chantaje energético sobre Europa occidental, que la dejaría en una situación sorprendentemente parecida con la de 1938.

Impresionante actualidad de las profecías de Fátima

Todo esto evoca las amenazas a la paz mundial mencionadas por Nuestra Señora en Fátima.

La Hermana Lucía, vidente de Fátima. En 1943 Nuestro Señor le advirtió: “Rusia volverá a ser el azote de España”.

La Hermana Lucía, a quien la Virgen comunicara en 1917 el histórico Mensaje, recibió en el año 1943 una comunicación íntima de Nuestro Señor Jesucristo, dirigida a autoridades eclesiásticas de Portugal y España. En ella el Salvador le hizo saber que en breve terminaría la II Guerra Mundial y que la “conversión de Rusia” aún se demoraría. Lucía relató en carta a un obispo que Él le ordenó también transmitir a los obispos españoles su deseo de que “se reúnan en retiro y determinen una reforma del pueblo, clero y órdenes religiosas. Porque algunos conventos y muchos miembros de otros... ¿Entiende?”; y, aludiendo a la recién concluida Guerra Civil de 1936-1939, le advirtió: “si los Señores Obispos de España no atienden a sus deseos, ella [Rusia] será nuevamente el azote con que Dios los castigue”. [1]

Es por demás obvio que este deseo de regeneración espiritual y social estuvo muy lejos de ser atendido. La situación religiosa y moral de España, como del resto de Europa, es hoy calamitosa. El otrora Reino Católico ya sufre efectivamente el “azote” de Rusia, por vía de la revolución cultural impulsada por el PSOE; un azote todavía incruento (¿por cuánto tiempo...?) pero efectivo, que esparce el ateísmo y el virus de la anarquía, y de esa manera propaga los peores “errores de Rusia”.

* * *

La invasión de Georgia, trayendo los vientos de una posible nueva Guerra Fría, nos pone nuevamente ante la perspectiva de un conflicto entre Rusia y el Occidente, de consecuencias imprevisibles. El peligro ruso, que después de la caída del Muro de Berlín, muchos consideraban cosa del pasado, reaparece ahora brutalmente. Las advertencias de Nuestra Señora en Fátima se vuelven más actuales que nunca.







[1P. Dr. Antonio María Martins S.J., El Futuro de España en los Documentos de Fátima, Fe Católica Ediciones, Madrid, 1989, p. 181.





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