“EL PRECIO A PAGAR”

La extraordinaria autobiografí­a de un musulmán convertido a la fe católica

La lectura de la autobiografí­a de Muhammad Moussavi, que narra su conversión del Islam al catolicismo, es fascinante. Ella nos muestra el poder de la gracia cuando encuentra la cooperación del hombre, como también la dureza terrible de la ley islámica y de la persecución movida en su nombre contra los cristianos. “El Precio a pagar” , tí­tulo del libro, resume muy bien todo lo que esta alma de elección tuvo que pasar para ser fiel al llamado de la gracia.

Luiz Sérgio Solimeo

Musulmán miembro de una importante familia

Muhammad Moussavi ”quien después de su conversión tomó el nombre de Joseph Fadelle” pertenecí­a a una de las más importantes familias musulmanas chiitas de Iraq, el clan Moussavi, descendiente de Mahoma. Como jefe del clan, su padre era una especie de juez y dirimí­a los litigios que surgí­an entre sus miembros. Gozaba además de gran prestigio y fortuna.

En 1987, Fadelle fue llamado a servir en el ejército de iraquí­. El paí­s, entonces bajo el dominio de Saddam Hussein, estaba en plena guerra con su vecino Irán. El joven tení­a 23 años y era soltero.

Enviado a una guarnición en la frontera, fue alojado en un mismo cuarto junto a un cristiano. Al saberlo se indignó, pues para un musulmán miembro de una familia de descendientes de Mahoma, tal situación constituí­a un insulto.

Muhammad Moussavi, quien después de su conversión tomó el nombre de Joseph Fadelle.

El desafí­o: “¿Entiendes el Corán?

Sin embargo el cristiano, llamado Massoud y mayor que él, lo acogió con gentileza, y poco a poco sus prevenciones fueron cayendo. Fadelle concibió entonces la idea de convertirlo al Islam (no podí­a saber que sucederí­a precisamente lo contrario...). Estando cierta vez Massoud ausente, vio entre sus libros uno con el tí­tulo “Los Milagros de Jesús” , se tomó de curiosidad y empezó a leerlo.

El joven no tení­a la menor idea de quién era Jesús, pues en el Corán se le llama con el nombre de Isa. Pero quedó encantado con los milagros allí­ relatados, por ejemplo el de las Bodas de Caná, y se sintió fuertemente atraí­do por la persona de Jesucristo.

No obstante mantení­a el deseo de convertir a su compañero al Islam, y un dí­a le preguntó si los cristianos tení­an también un libro sagrado, como el Corán. Al responder Massoud que los cristianos tienen la Biblia, Fadelle le pidió un ejemplar para poder verlo, pensando que le serí­a muy fácil refutarlo.

Para su sorpresa, Massoud se negó a mostrarle el libro cristiano y le hizo una pregunta sorprendente: “¿Has leí­do tú el Corán? . Tal pregunta resulta ofensiva para quien fue criado en el Islam; Fadelle, sin embargo, se limitó a responder que efectivamente sí­ lo habí­a leí­do. Vino entonces una nueva pregunta, esta sí­, embarazosa: “¿Comprendiste el sentido de cada palabra y de cada verso que leí­ste?

Cuenta Fadelle que esa pregunta le penetró el cerebro como un dardo incandescente, pues para el Islam lo que importa es leer el Corán, no entenderlo. Delante de su perplejidad, Massoud le hizo entonces la siguiente propuesta: leer de nuevo el Corán, pero tratando esta vez de entender cada frase; hecho esto le prestarí­a el libro de los cristianos.

Decepción con el Corán y un sueño mí­stico

El futuro converso terminó aceptando la propuesta que le cambiarí­a por completo la vida. Pues a medida que trataba de entender el sentido de lo que leí­a, se iba dando cuenta que mucho de lo escrito en el Corán es totalmente absurdo y sin sentido. La consulta a un Imán de nada sirvió para resolver sus dudas, y paulatinamente se fue desilusionando cada vez más con el libro islámico.

Era como si escamas que le impedí­an la visión hubiesen caí­do repentinamente de sus ojos y ahora, libre por fin de ese impedimento, podí­a ver lo que realmente es el Corán. Terminada la lectura atenta y meditada, llegó finalmente a la conclusión que este texto plagado de irracionalidades no podí­a ser de ningún modo un libro de origen divino.

Fue entonces que le ocurrió un hecho de naturaleza mí­stica que preparó su conversión: Una noche soñó que se encontraba en un prado, al borde de un pequeño rí­o al otro lado del cual veí­a un hombre imponente y extremadamente atrayente. Muhammad saltó tratando de alcanzar la otra orilla, pero se vio súbitamente suspendido en el aire, y así­ permaneció hasta que el misterioso personaje tomándolo de la mano lo llevó junto a sí­ y le dijo: “Para que puedas atravesar el rí­o, es necesario que antes comas el pan de vida” . En ese instante despertó.

El choque de la conversión: Jesucristo es el pan de vida

Sin pensar más en el sueño consiguió al fin que Massoud le prestara las Sagradas Escrituras. Abriéndolas, se deparó con el Evangelio de San Juan. Su lectura lo absorbió totalmente, haciéndole sentir un gran bienestar. Súbitamente sintió una profunda emoción pues habí­a encontrado en el texto las misteriosas palabras del sueño: “el pan de vida” . Las palabras de Jesús en el Evangelio eran claras: “Yo soy el pan de vida: aquel que viene a mí­ no tendrá hambre, y aquel que cree en mí­ jamás tendrá sed” (Jn. 6, 35).

Narra él mismo: “¡Entonces ocurrió en mí­ algo extraordinario, como un violento incendio que arrasa todo a su paso, acompañado de una sensación de bienestar y calor”¦ Como si, de repente, una brillante luz iluminase mi vida de una manera enteramente nueva y le diese todo su sentido. Tuve la impresión de estar ebrio, al mismo tiempo que dominaba en mi corazón el sentimiento de una fuerza indecible, una pasión casi violenta y amorosa por este Jesucristo del cual hablan los Evangelios!” .

El precio de la conversión: ¡la muerte!

Su conversión fue completa, total y duradera. Quiso que Massoud lo ayudase a hacerse cristiano, pero se encontró con la resistencia de éste, ya que según las leyes islámicas, un musulmán que abandona el Islam haciéndose cristiano debe ser condenado a muerte, al igual que todos aquellos que lo hayan llevado a convertirse.

A pesar de ello Massoud le enseñó a rezar, y de esa manera los dos comenzaron a pasar el tiempo libre leyendo los Evangelios y rezando juntos.

Cumplido su servicio militar Massoud fue exonerado del Ejército, justo cuando Muhammad estaba de licencia, de modo que al retornar éste a la guarnición ya no lo encontró. Poco tiempo después el joven también fue dispensado del servicio, regresando a la casa paterna.

La Sharia condena la conversión al cristianismo de un musulmán con la pena de muerte.

Años de probación

Comenzaba para Muhammad Fadelle la gran probación que iba a durar años enteros, exigiendo de él una fidelidad sin par.

Conforme a lo que Massoud le habí­a recomendado, Fadelle hací­a todo lo posible para ocultar su conversión a la familia, a la vez que evitaba, bajo varios pretextos, participar de las oraciones musulmanas en común. Al mismo tiempo trataba de aproximarse a los cristianos, pero estos temí­an aceptarlo en las iglesias, ya sea por no conocerlo, como por el temor que les infundí­a el clima de persecución en que viví­an.

Fadelle mientras tanto se consolaba leyendo en secreto la Biblia que Massoud le habí­a obsequiado, meditando especialmente los Evangelios. Finalmente pudo, gracias a un cristiano con quien habí­a trabado amistad, comenzar a frecuentar una de las iglesias, pero el tan ansiado bautismo no se llevaba a cabo.

El tiempo fue pasando y en 1992, su padre le comunicó que le habí­a conseguido una novia con la cual debí­a casarse. Se trataba de una joven, evidentemente musulmana, de su mismo entorno social, llamada Anuar.

Después del matrimonio y del nacimiento de su primer hijo, Fadelle, que seguí­a frecuentando la iglesia secretamente, encontró un misionero extranjero residente en Iraq, que aceptó prepararlo para el bautismo. Ocurrió entonces algo inesperado: su esposa, que no entendí­a adónde iba todos los domingos, lo interpeló un dí­a cuando regresaba de la misa, juzgando que él estuviese yendo a ver a otra mujer. Tomado de sorpresa y sin pensar en lo que iba a decir, Fadelle le respondió que ella se engañaba: lo que realmente ocurrí­a era que él era cristiano y que los domingos asistí­a a la misa.

Conversión de su esposa

La revelación fue un terrible choque para la mujer. Alterada, huyó encerrándose en el cuarto; luego, aprovechando la ausencia de Fadelle, tomó al niño y se marchó a la casa de su madre.

Fadelle midió bien el peligro: Anuar le contarí­a a su familia que él era cristiano, y por ello él serí­a condenado a muerte... Pero afortunadamente ella no dijo nada a sus familiares, y después de un cierto tiempo aceptó regresar a casa. Más aún, le pidió a su esposo que le explicara mejor lo que era el cristianismo. Fadelle empleó entonces con su esposa el mismo método que Massoud habí­a utilizado con él: le pidió que releyese el Corán tratando de prestar atención en el sentido de las frases y en la doctrina que contení­an. Y tal como habí­a ocurrido con él, también ella se chocó con las cosas dichas en el libro islámico, especialmente con la forma con que éste denigra a las mujeres.

Después de leer los Evangelios, Anuar empezó también a frecuentar en secreto la iglesia junto con su esposo y a tomar clases de religión con el misionero.

Amenaza de muerte y prisión

Una historia fascinante, que muestra el poder de la gracia de Dios cuando los hombres cooperan con ella.

En 1997 se dio un hecho capital en la vida de Fadelle. Su familia terminó percibiendo su alejamiento del Islam y comenzó a sospechar que algo serio estaba ocurriendo. Aprovechando la ausencia de la pareja, que habí­a ido a la iglesia, sus hermanos revisaron la casa y descubrieron el ejemplar de la Biblia. Interrogando a su pequeño hijo, éste hizo la señal de la cruz que habí­a aprendido de sus padres.

A la mañana del dí­a siguiente, Muhammad fue llevado a casa de sus padres bajo un pretexto urgente. Tan pronto entró en la sala principal, comenzó a ser golpeado por hermanos y tí­os, en presencia de su padre. Este, en el auge de su indignación lo acusó de ser cristiano. Pero lo más terrible para él fue oí­r a su propia madre proferir estas inauditas palabras: “¡Matadlo y lanzad su cuerpo a la alcantarilla!” .

Habiendo sobrevivido a la golpiza recibida, Fadelle fue luego trasladado por un primo, miembro de la policí­a secreta, a la prisión polí­tica de Saddam Hussein para ser torturado a fin de revelar los nombres de los cristianos que lo habí­an “corrompido” . Durante tres meses fue cruelmente martirizado, llegando a perder casi la mitad de su peso. Sin embargo nada confesó, y finalmente fue puesto en libertad.

A su regreso la familia comenzó a fingir que todo habí­a sido consecuencia de una equivocación; pero desde ese momento, una de sus hermanas fue a vivir a su casa con el fin de vigilarlo.

Fuga de Iraq, bautismo, intento de asesinato

Por medio de varias estratagemas, Fadelle consiguió mantener el contacto con el misionero europeo, quien, por su seguridad y por la de los demás cristianos de Bagdad, le recomendó abandonar Iraq.

Finalmente, en abril del año 2000, después de muchas peripecias, la pareja junto con sus dos hijos (habí­a nacido también una niña), consiguieron huir a Jordania donde, por fin, ambos pudieron realizar su tan ansiado sueño: ser bautizados. Él tomó el nombre de Juan (aunque terminó siendo después conocido con el nombre José) y ella el de Marí­a.

Empero, su largo calvario no habí­a terminado; la tranquilidad para practicar el catolicismo aún tardarí­a en ser encontrada. Al percibir su fuga, su familia empezó a buscarlo hasta dar con su paradero en Jordania. En diciembre de 2000 cuatro de sus hermanos, complotados con un tí­o suyo, lograron atraerlo hasta un lugar secreto donde, después de una breve discusión, en que le exigieron apostatar del cristianismo, intentaron aplicar la fatwa (dictamen de un lí­der religioso o mufti) que lo condenaba a muerte por haber abandonado el Islam.

¡Ejercer la más esencial libertad del hombre ”su libertad de conciencia” es para la religión de Mahoma un crimen! Nunca se vio tiraní­a igual: una tiraní­a religiosa que prohí­be hasta pensar...

Milagrosamente los disparos que le hicieron a quemarropa en plena calle fallaron por muy poco. Fadelle oyó entonces, a pesar de no haber nadie más en el lugar, una misteriosa voz femenina que le mandaba correr, lo que hizo efectivamente. Pero estando ya a cierta distancia, una bala le hirió de gravedad en un tobillo haciéndolo caer desmayado en el lodo. Sus agresores, creyéndolo muerto, huyeron.

Un desconocido lo llevó hasta un hospital, siendo después atendido por médicos cristianos en su propia casa. Tras el atentado, las autoridades eclesiásticas jordanas urgieron a Fadelle que abandonara el paí­s, para no poner en riesgo a la comunidad cristiana; obtuvo entonces asilo en Francia, donde vive hasta hoy.

La belleza de un alma recta ” Esperanzas de conversión

Joseph Fadelle habla al público durante la gran manifestación en París por los cristianos perseguidos de Oriente, en septiembre de 2014.

La manera como Fadelle se dejó atraer por la gracia hacia la fe católica muestra cómo su alma era profundamente recta, y cómo el hecho de pertenecer a la religión islámica fue apenas una consecuencia de las circunstancias de su vida: nacimiento y familia. Él estaba preparado para aceptar la verdadera religión cuando tomara conocimiento de ésta, aunque ello le significase perder todas las comodidades y privilegios propios de su elevada posición social y a sufrir terribles persecuciones, incluso exponiendo su vida.

Su historia y la de su mujer nos demuestran además las extraordinarias posibilidades latentes de conversión entre los musulmanes (en Francia, por ejemplo, miles de ellos se convierten anualmente a la fe católica), y cómo muchos de ellos anhelan, aún si saberlo, ese sublime “pan de vida” que es Nuestro Señor Jesucristo realmente presente en la Sagrada Eucaristí­a.

Para todo católico es un deber rezar por esas almas, para que cuanto antes sean atraí­das al redil de Jesucristo, y por los cristianos tan cruel e injustamente perseguidos hoy en los paí­ses islámicos.


FADELLE, Joseph - Le Prix a Payer, L”Oeuvre editions, Parí­s, 2010.
Para la edición en español, ver: http://www.rialp.com/index.php?op=verlibro&descri=117072









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