ANÁLISIS

El ocaso de la izquierda mundial (II) – En Brasil, desgaste y fracaso

Alejandro Ezcurra Naón

Vimos en artículo anterior que las izquierdas sufren en todo el mundo una crisis de respaldo ciudadano. Y dejamos para tratar más detenidamente el país de América donde esa crisis –exceptuando quizás Venezuela– se manifiesta con mayor agudeza, nuestro vecino Brasil.

Territorio de dimensiones continentales (¡7 veces el tamaño del Perú!), la importancia del Brasil en el contexto internacional crece día a día. Por eso la progresiva gangrena de apoyo que allí padecen los movimientos revolucionarios repercutirá forzosamente en sus similares del mundo entero.

Órgano episcopal reúne extremistas de izquierda para debatir crisis

Un hecho reciente retrata las dimensiones de esa crisis. Al finalizar 2014 se realizó en Brasilia, promovido por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB, por sus siglas en portugués), un seminario sobre el tema Cuestión Agraria y Desigualdades.

Los disertantes convocados eran miembros del gobierno socialista o de movimientos de agitación revolucionaria: la Central Única de Trabajadores (CUT), la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT, órgano de la propia CNBB), el “Movimiento de Trabajadores Sin Tierra” (MST), la “Vía Campesina”, conocida por sus atentados criminales contra centros de investigación agro-forestal, etc.

¿Por qué la alta dirección de la CNBB muestra tan poco embarazo en rodearse de tales elementos? Porque –dolorosa realidad–, dominada desde hace décadas por la “Teología de la Liberación”, esa entidad capitanea hoy la lucha de clases en el Brasil. Y son los propios beneficiarios –los comunistas– quienes lo dicen, como veremos.

Pero por esa actuación el ente episcopal paga un precio muy alto, una inexorable pérdida de credibilidad e influencia. Lo demostró el número de asistentes al seminario: aparte de integrantes de movimientos revolucionarios y funcionarios del gobierno Dilma Rousseff, casi no había oyentes.

Aunque estaba abierto al público, de las cerca de 80 personas presentes sólo un puñado –entre ellos algunos jóvenes observadores del Instituto Plinio Corrêa de Oliveira– eran ajenos a alguna agrupación izquierdista: el evento más parecía un conciliábulo revolucionario.

Este desinterés del público patentiza lo que ya es evidente: hace mucho que la CNBB perdió –merecidamente– la confianza de los brasileños, como admitieron los propios oradores.

Atestado de un colosal fracaso

El seminario consistió en dos días de disertaciones seguidas de debates o paneles. Dos temas principales dominaron las discusiones: la actual ola conservadora en Brasil y en el mundo, y las dificultades que ese fenómeno crea para implantar las reformas socialistas. Se reconoció abiertamente que la izquierda está perdiendo terreno en el país y no consigue hacer avanzar la Reforma Agraria (RA).

Representando a la CNBB, entidad anfitriona, Mons. Guilherme Werlang, obispo de Ipameri (Goiás), conocido por sus simpatías izquierdistas, abrió el evento. Reclamó que la RA hubiese quedado fuera de los debates en las últimas elecciones, ya que según él, la lucha por implantarla comenzó “desde la llegada de los portugueses” (sic). Lamentó el fracaso de esa lucha hasta ahora, y sostuvo que hay que proseguirla hasta “cambiar radicalmente el actual modelo”: pues una RA como la existente, “llena de remiendos” no basta; es necesario imponer “una Reforma Agraria popular radical”.

Aunque no lo crean, el que habla es un obispo... de la teología de la liberación, por cierto: Mons. G. Werlang, abanderado de una "reforma agraria popular radical"

Un detalle sabroso: Mons Werlang también lamentó que el documento de la CNBB Iglesia y problemas de la tierra, publicado en 1980 para exigir una RA drástica, no obtuvo ningún resultado concreto. Lo que él no osó mencionar es que ese fiasco se debió a la publicación del libro de Plinio Corrêa de Oliveira y del economista Carlos Patricio del Campo, “Soy católico: ¿Puedo estar contra la Reforma Agraria?”, que con datos irrefutables rebatió puntualmente todas las tesis del documento de la CNBB. Difundido por la TFP en cuatro ediciones sucesivas con decenas de miles de ejemplares por todo Brasil, obligó a paralizar la aplicación de la RA socialista.

Un cuadro semejante pintó el segundo orador y líder del “Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra” (MST), João Pedro Stedile, notorio comunista. Comenzó hablando en tono tranquilo, pero terminó exaltado y virulento, como si arengase a masas imaginarias desde una barricada también imaginaria...

Lo esencial de su discurso fue: la izquierda no consigue más movilizar a la sociedad (la última huelga general fue hace más de 25 años, en 1988); la RA clásica es inviable; hoy el “capital” lo domina todo, y “compra hasta comunistas” (incluyó al PT de Lula); el gobierno de Dilma fue el peor para la izquierda. Una frase sintomática, tomada del fútbol: “Nuestro equipo está débil”. Es el atestado de un fracaso...

¿El salvavidas para el comunismo vendrá del clero?

La solución que propone el líder marxista ya no causa sorpresa: profundizar la alianza con el progresismo eclesiástico. Según él, se debe aprovechar que la Iglesia “está a la vanguardia de la lucha de clases” en Brasil. O sea, el lobo apela a la ayuda del pastor... Al concluir
reafirmó que para él la Iglesia tiene un papel primordial en la lucha de clases, y agregó que el Papa Francisco “es un revolucionario”.

Meses antes el mismo Stédile había hecho afirmaciones similares, pero con una nota de mea culpa. En una entrevista para la revista de la Universidad del Valle del Rio dos Sinos (UNISINOS), de la Compañia de Jesús, sostuvo que el “Fórum Social Mundial”, creado en el año 2000 para intentar resucitar las izquierdas del mundo, no tuvo éxito.

“Asumo la autocrítica, como promotor del Fórum Social, de su agotamiento y de su incapacidad de crear una asamblea mundial de los movimientos sociales”, declaró entonces. Ante ese fracaso proponía apoyarse en la Iglesia porque, según dijo, cuando el Papa Francisco habló a los “movimientos sociales” reunidos en el Vaticano en diciembre de 2013, se mostró “más a la izquierda que muchos de nosotros”.

¿Esto significará que la Iglesia habría dejado de considerar al comunismo “intrínsecamente perverso” –como lo calificó Pío XI– para convertirse en su “compañera de ruta”, como lo quería Lenin? Es lo que parece sostener el agitador, al añadir que habría una “complementariedad” entre ambos: “Nosotros, marxistas, luchamos junto con el Papa para parar al diablo”, que estaría representado por “el capital financiero, los bancos, las grandes multinacionales”
 [1].

Es de lamentar que estas afirmaciones, tan generadoras de confusión entre los católicos, no hayan sido desmentidas por ninguna autoridad eclesiástica.

Ahora, lo “moderno” y lo chic es ser de derecha

El tercer orador fue Gilberto Carvalho, dirigente del PT y actual Ministro-Jefe de la Secretaría General de la Presidencia. En tono mesurado, se quejó de las dificultades que encuentra la presidente Dilma Rousseff para avanzar en la izquierdización del país.

Dio varios ejemplos: la bancada conservadora en el Congreso crece cada vez más; las presiones de la “derecha” son constantes; esto ha frenado el proyecto de reforma del Estado, que incluía establecer una “democracia directa” a través de “consejos populares” (verdaderos soviets, que así se convertirían en un nuevo poder dictatorial en el Brasil), etc.

El funcionario petista lamentó que, al contrario de lo que sucedía antiguamente las posiciones de derecha ya no son mal vistas y ahora es prestigioso, “moderno” y “chic” ser conservador, “estar a la derecha”. La única salida que le queda a la izquierda, dijo, es accionar a los “movimientos sociales”, y esto sólo será posible con la ayuda de la Iglesia.

Agregó que el gran problema es que, si bien la Iglesia viviría “una primavera nueva” con Francisco I, las diócesis y parroquias aún no lo entienden. Por lo tanto, no hay una perspectiva a corto plazo de que los “movimientos sociales” consigan su propósito.

Gilberto Carvalho, personero del PT, desanimado: ahora está de moda ser de derechas.

Izquierda católica, una “carreta atascada”

Tras estas exposiciones hubo un espacio para debates, muy revelador del desánimo que cunde entre las izquierdas. No sólo en materia sociopolítica, sino también religiosa.

Por ejemplo, una joven de unos 25 años contó que tuvo que apartarse de su parroquia para estudiar. En la Universidad se aproximó más a los “movimientos sociales” y las “masas” –o sea, se volvió más izquierdista. Pero al regresar años después a la parroquia, se deparó con que había ocurrido un retroceso conservador. Al punto que “las mujeres para hacer lecturas ¡ahora tienen que estar con falda y velo!”, lamentó. Y preguntó qué podía hacer.

Mons. Werlang le respondió que “realmente está muy difícil” atajar esa onda. Hoy los sacerdotes son más conservadores. En su diócesis, por ejemplo, ya no quieren usar ropa civil e insisten en vestir clergyman (!). Él tuvo que prohibir a los seminaristas usarlo, pero no pudo impedírselo a los ya ordenados.

“Si tú vas a un seminario o convento conservador, están llenos de vocaciones. De 70 a 80% de las vocaciones provienen del conservadurismo”, reclamó.

Otro sacerdote progresista presente advirtió sobre ese mismo fenómeno: la situación del izquierdismo en la Iglesia es la de “una carreta atascada”, no consigue más movilizar a los fieles hacia posiciones revolucionarias.

Al final, los varios paneles coincidieron en que sólo existe una salida: más agitación social. En ese sentido Stédile propuso acciones como bloqueos de calles, huelgas, marchas, etc. “¡Bienvenidos a la lucha de clases!”, concluyó, siendo ovacionado por la audiencia. Pero fue una ovación wishful thinking: en realidad, el clima era de desánimo.

Retengamos ese llamado a más agitación. Para intentar salir del impasse, las izquierdas pueden estar preparando una gran convulsión, en el Brasil como en otros países. O bien alguna enorme sorpresa... el tiempo lo dirá.

Lo cierto, en todo caso, es que también la izquierda eclesiástica ha revelado ser un “ídolo con pies de barro”: sin base en la población católica, y por tanto incapaz de dar un respaldo sustancial a la izquierda política. La alianza lobo-pastor no está funcionando...

Situación que muestra el acierto de las TFPs y entidades afines que, en todo el mundo, a lo largo de las décadas –desde el primer libro de Plinio Corrêa de Oliveira, En Defensa de la Acción Católica, en 1942– han venido denunciando incansablemente, de modo siempre elevado, respetuoso y documentado, al progresismo religioso como “compañero de ruta” del comunismo. De esa manera contribuyeron sustancialmente a su desgaste junto al público católico, y a sumirlo en el descrédito actual, del cual muy difícilmente se podrá recuperar.

* * *


¿Y cómo encaja en este panorama la victoria del movimiento radical de izquierda Syriza en Grecia? Es lo que veremos en próximo artículo.

Jóvenes del Instituto Plinio Corrêa de Oliveira en campaña contra la revolución eco-ambientalista promovida por la "izquierda católica".
Vea la primera parte de este artículo: BUENA NOTICIA DE AÑO NUEVO: EL OCASO DE LA IZQUIERDA MUNDIAL










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