Cuando la minoría de izquierda corteja a la mayoría conservadora”¦
El primer turno de las presidenciales francesas arrojó un resultado paradójico: el candidato del Partido Socialista salió adelante con algo más de 28% de los votos, seguido de cerca por el partido del actual presidente, Nicolas Sarkozy, 1.4% debajo de aquel. En total, la mayoría de los electores franceses se inclinaron definidamente por el voto conservador . ¿Qué augura este panorama para la segunda vuelta?
Si analizamos los números veremos que los votos de izquierda sumados rondan el 44%, cifra que incluye al socialista François Hollande (28.63%), el neocomunista Jean-Luc Mélenchon (11,11%), la ecologista Eva Joly (2.31%) y los extremistas de izquierda Philippe Poutou, Nathalie Arthaud y Jacques Cheminade, cuyos respectivos grupos sumados no llegaron al 2% (1,96%).
De su parte, los partidos conservadores, de centro y de derecha, sumados alcanzaron el 56%: 27.18% Sarkozy, 17.9 Marine Le Pen ”la sorpresa de esta primera vuelta”, 9.13% el centrista Francois Bayrou, y 1.79% el también centrista Nicolas Dupont-Aignan.
Numéricamente, esto significaría que una coalición del centro y la derecha podría obtener una cómoda diferencia del 12% en el segundo turno, previsto para el 5 de mayo. Tanto más que muchos votos conservadores fueron para el candidato socialista, Hollande, porque éste dio a su campaña un tono a-ideológico y buscó captar el electorado de centro-derecha con promesas de empleo, estabilidad económica, rigor contra la inmigración ilegal, etc.
Pero la realidad política no es numérica. Buena parte de los electores conservadores están profundamente decepcionados con Sarkozy, quien hace cinco años, en un famoso cierre de campaña en el coliseo de Bercy, prometió que su gobierno defendería los valores tradicionales y familiares, y acabaría con la revolución cultural neomarxista, sobre todo en sus versiones derivadas del movimiento anarquista de la Sorbona de mayo de 1968; pero como suele suceder, una vez electo hizo lo contrario de lo que había prometido, incluso con el pésimo ejemplo de su vida personal. Esos conservadores defraudados de ninguna manera apoyarán ahora una reelección del actual presidente.
Además, es sumamente improbable que el electorado del Front National, que quedó como el fiel de la balanza para la segunda vuelta, se incline por Sarkozy: sólo un 45% de ellos afirma que lo hará. Su dirigente máxima, Marine Le Pen, quiere capitalizar el hecho de que el movimiento fundado por su padre obtuvo ahora su mayor votación histórica, para hacerlo valer en las elecciones legislativas de junio próximo, con vistas a formar una “nueva mayoría” parlamentaria.
Con esto, una vez más el centro-derecha concurrirá dividido al segundo turno. Y de esa manera dejará el campo abonado para una victoria del candidato socialista, aunque ésta será poco significativa del punto de vista ideológico, debido al vaciamiento de ideas que caracterizó el debate electoral.
Pero además, con un electorado conservador cada vez más inclinado hacia la derecha y la amenaza de crisis financiera pendiente como una espada de Damocles sobre Europa, el previsible (aunque no del todo cierto) triunfo del socialista Hollande podrá convertirse para él en una victoria pírrica.
Es decir, venza o no el socialismo, lo que verdaderamente importa en Francia es la situación de la opinión pública. Y ésta nos muestra una tendencia a la polarización, en la cual el polo conservador de la población francesa ”ayer desdeñado y hoy cortejado por los políticos” aparece cada vez más presente, numeroso y activo. Con ello, la “hija primogénita de la Iglesia” , la primera nación católica surgida en la Historia, ?tendrá próximamente más de una ocasión de hacer honor a su glorioso origen.
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