ANÁLISIS

Se apaga la estrella del “juez estrella”

¿Por qué la inhabilitación del juez español Baltasar Garzón ha despertado una controversia tan apasionada? ¿Porqué un simple magistrado pudo concitar a la vez tantas adhesiones y tan encendidas críticas?

Un mito publicitario de fondo ideológico

Es que esa controversia trasciende a su persona. Se dice que su caso fue “politizado”. En realidad, fue mucho más que eso: a medida que su izquierdismo se hacía más patente, levantó inevitablemente discusiones que, por tocar en temas ideológicos, “pegan” mucho más que si se refiriesen a meras circunstancias personales.

Sin duda este juez andaluz es un personaje singular. Nunca integró un tribunal. Juzgaba siempre él solo. Individualista en extremo, sus intervenciones en casos resonantes como la orden de detención al ex presidente Augusto Pinochet, cuando éste visitaba Londres, su participación en juicios a jefes militares argentinos –en ambos casos por comprobadas atrocidades en la represión antisubversiva–, o el proceso que movió al premier italiano Berlusconi por delitos fiscales, le dieron una notoriedad de lejos superior a la de cualquier magistrado de nuestra época. Se le rodeó de un aura publicitaria de “justiciero sin fronteras”, de caballero andante de la justicia global, de campeón de los derechos humanos, etc. ...

Pero algo en esa imagen sonaba a falsete. Curiosamente, sus investigaciones incidían siempre sobre personajes considerados de “derecha” (una “derecha” bastante inauténtica y hasta caricatural, como la que encarnaban Francisco Franco o Silvio Berlusconi). Pero nunca apuntaban a atrocidades practicadas por hombres de izquierda, como los genocidas comunistas soviéticos, chinos, camboyanos, los “FARCotraficantes”, etc.

Las consecuencias de “probar la fruta prohibida”

Tal vez la razón de esta omisión se encuentre en sus simpatías hacia el socialismo. Amigo de Felipe González, Garzón fue electo en 1993 diputado por las listas del PSOE, y más tarde delegado del gobierno socialista con rango de Secretario de Estado. Recordemos que el PSOE fue aliado de los comunistas durante la guerra civil de 1936-1939. Y mucho tendría Garzón que investigar sobre violaciones a los derechos humanos practicadas entonces por sus copartidarios, si hubiese querido hacerlo.

Para el diario “La Vanguardia”, “los problemas agudos de Garzón empezaron, en realidad, con su decisión de probar la fruta prohibida de la política” [1]. Su notorio sesgo ideológico fue generándole desconfianzas, y su imparcialidad comenzó a ser cuestionada en la judicatura. Y, aunque continuaba siendo el “juez estrella” mediático, poco a poco se fue viendo que este magistrado metido a “Robin Hood global” se ponía por encima y al margen de la Justicia. Entonces comenzó a ser investigado.

El desenlace es bien conocido. El día 9 de febrero el Tribunal Supremo de España (equivalente a nuestra Corte Suprema) inhabilitó a Baltasar Garzón para ejercer la magistratura por 11 años, debido a graves y comprobados abusos en el ejercicio de su cargo (ordenar interceptaciones ilegales de conversaciones telefónicas de abogados con sus clientes procesados). De esa forma puso fin a su carrera de juez.

De incorruptible a procesado por corrupción, de acusador a acusado…

Paralelamente corrían otros dos procesos contra Garzón. En el primero, iniciado en 2010, por prevaricación y cohecho, se lo acusaba de haber archivado una causa que involucró a directivos del Banco Santander en la apropiación indebida de una financiera, tras haber pedido y recibido del presidente del mismo banco una fuerte remuneración (de 302 mil dólares), por cursos dictados en Nueva York [2]. El Tribunal Supremo acaba de archivar esta causa, pues aunque dio a entender que el delito de cohecho impropio existió, ya había prescrito cuando se inició el proceso. La acusación anunció que apelará, y sea cual sea el resultado del recurso, Garzón sale de esta causa con su fama de incorruptible irremediablemente tiznada [3].

El otro proceso, iniciado por la Sala Penal del Tribunal Supremo en 2009, se relaciona con una investigación que Garzón abrió sobre crímenes del franquismo, mediante la cual quiso inculpar a personas ya fallecidas, por delitos que estaban prescritos y que además fueron amnistiados… ¡hacía 35 años! O sea, él pretendía montar una especie de “CVR” española, totalmente extemporánea y unilateral, sólo contra un bando de la guerra civil.

Además, según argumentó el Tribunal Supremo al admitir la causa contra él, Garzón carecía totalmente de “competencia material” para abrir esa investigación sobre el franquismo [4]. Por lo cual ésta fue no sólo dejada sin efecto, sino que se convirtió en un boomerang contra el propio juez, quien de acusador pasó a acusado por delito de prevaricación. Este proceso está ahora pendiente de sentencia.

Subjetivismo judicial y “Derecho alternativo”

Ilegalidad, parcialidad… ¿Por qué Baltasar Garzón se expuso a esto? –Pueden adelantarse dos hipótesis. En ciertos sectores de la izquierda internacional cunde la absurda teoría del “Derecho alternativo”, según la cual las legislaciones vigentes en Occidente son demasiado “retrógradas”, y por eso, cuando la ley no es suficientemente “progresista” los jueces pueden deformarla arbitrariamente a su antojo y hasta en sentido opuesto a la letra, según sus preferencias ideológicas. Esto es lo que habría llevado al magistrado a saltar olímpicamente por encima de la ley.

Otra hipótesis es el intento de tratar de atajar el marcado giro a la derecha que ya se advertía en la opinión pública de España, y que culminó en la estrepitosa derrota del PSOE en las elecciones generales de noviembre pasado. Levantar el fantasma de una derecha violadora de todos los derechos, podría haber asustado al público de centro y frenado ese rumbo de opinión.

Sea como sea, al conocerse la inhabilitación al juez-estrella, las izquierdas y ONGs de “derechos humanos” reaccionaron indignadas. El “New York Times” llegó a afirmar que “perdió la Justicia”... Y por supuesto, sobre el Tribunal Supremo de España cayeron toda especie de acusaciones e insinuaciones vejatorias, naturalmente sin ningún sustento. Es que las izquierdas españolas y europeas sienten cuánto esta medida contra su juez predilecto podrá perjudicarlas, en momentos en que se acentúa el viraje de la opinión pública hacia posiciones conservadoras, por ejemplo en las recientes elecciones de España, Hungría y Finlandia.

Baltasar Garzón era un engreído de esas izquierdas. Aparecía como un semidiós, un hombre-ley por encima de la ley. Ahora cayó de su pedestal. Inhabilitado por abusos de función y con posible condena por prevaricación pendiente sobre él, su caída acentúa el vacío de líderes de una izquierda en crisis, que se va quedando sin figuras emblemáticas. Y simboliza bien el apagamiento de la estrella de las izquierdas, ya previsto por Plinio Corrêa de Oliveira hace 35 años, en la Parte III de su magistral ensayo Revolución y Contra-Revolución.











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