EL TRISTE DECLIVE DE LA PUCP

“¡Cómo se oscureció el oro!”

La "barra brava" de la PUCP: las formas civilizadas quedaron atrás...

Probablemente aún correrá mucha tinta sobre el caso de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La Asamblea realizada el día 23 de septiembre rechazó formalmente la solicitud de la Santa Sede para que la Universidad modifique puntos específicos de su estatuto. Esto hace temer la prolongación indefinida de un conflicto que pone en causa la propia identidad católica —ya bastante diluida— de esa casa de estudios.

La disputa, como se sabe, corre en dos pistas diversas y paralelas: 1) civil, sobre la participación de un representante del Arzobispado en la administración de la PUCP, conforme lo disponía el testamento de José de la Riva-Agüero y Osma. Actualmente tramita en la Justicia; 2) eclesiástica, sobre la adecuación de los estatutos de la PUCP a la Constitución Ex Corde Ecclesiae de 1990 (que rige el operar de las Universidades católicas).

Asombrosa intención de agraviar

Al margen de las razones expuestas por las partes, llama la atención cómo la izquierda peruana ha convertido ambos procesos en pretextos para ostentar una inédita y afrentosa hostilidad hacia la parte eclesiástica. En el litigio administrativo, por ejemplo, el Rector Marcial Rubio le adjudica de manera agraviante al Cardenal Cipriani “la intención de apropiarse” del patrimonio de la PUCP [1], lo declara “enemigo de la universidad” [2], y le imputa haber armado“un escándalo” en torno al litigio en curso, únicamente por interés político, “porque Fuerza 2011 perdió las elecciones y ahora [el Cardenal] está huérfano de poder” [3]. A este delirio se suma el vicerrector académico, Efraín González de Olarte, quien dispara: “Lo que quiere Cipriani es entrar acá e imponer el modelo del Opus Dei y eso, evidentemente, no se lo vamos a permitir” [4].

¿Por qué el doctor Rubio y sus seguidores desvían el tema de su cauce propio, que es el jurídico, y desempolvando un obsoleto anticlericalismo hacen blanco al Cardenal de juicios enardecidos sobre sus intenciones personales? ¿Por qué echan así leña al fuego de la contestación a la autoridad eclesiástica?

En cuanto a la adaptación a la Ex Corde Ecclesiae, que la directiva de la PUCP venía postergando año tras año con pretextos diversos, la izquierda ataca ahora a la Iglesia, simplemente porque ésta busca que la Universidad permanezca fiel a su origen y su esencia católica. La ofuscada caviarosfera parece no comprender el absurdo de este ataque: ¡sería como “acusar” a una madre por querer evitar que una hija extraviada reniegue de ella y de su familia!

No sólo estos ataques, sino su inédita bajeza, es lo que causa asombro. Por ejemplo, coherente con su índole revolucionaria, Henry Pease llegó a arengar a los alumnos de la PUCP a poner incluso los cuerpos por delante para decir: ‘No pasará nadie que quiera imponer la pataza’” [5]. Supuestamente Pease es católico. Pero hablar así de la “pataza” de la Iglesia... ¿adónde hemos llegado?

Entre la Revolución Francesa y la “barra brava”

¿Por qué toda esta exasperación? Es que el tema constituye un cable de alta tensión para toda la caviaridad peruana, que se siente dueña de la PUCP, porque toca en la subordinación de la Universidad a la Santa Sede, obligatoria para cualquier institución universitaria que quiera continuar denominándose Pontificia y Católica. Por eso se llegó al extremo de que, cuando el Vaticano anunció su disposición de enviar un Cardenal como Visitador Apostólico para ayudar a resolver el impasse con el Arzobispado, la dirección de la Universidad, en vez de corresponder con un gesto amigable, como sería postergar la asamblea para después de la visita del representante vaticano, llevó adelante dicha sesión en una atmósfera bochornosa, más propia de Revolución Francesa, con grupos de alumnos entregados a inauditos excesos verbales en el peor estilo “barra brava”, complacientemente tolerados por la directiva. Se diría que en la PUCP todo vale, todas las normas de conducta civilizada caducan cuando se trata de agredir a la autoridad eclesiástica.

Un desvío ideológico revolucionario

El fondo de esta divergencia es indudablemente ideológico. Como se sabe, el Rector de la PUCP, Marcial Rubio, es un marxista que militó en el Partido Socialista Revolucionario (no estaría de más preguntarle qué hace un personaje así a la cabeza de una Universidad supuestamente católica...). Es autor de un análisis sobre La crisis de la izquierda en el Perú (1982), donde demuestra afinidad con todas las vertientes revolucionarias, aunque inclinado al reformismo [6]. Hoy se define como “socialista cristiano”  [7], ¡como si la Iglesia no hubiera definido que ambos términos son inconciliables, y que nadie puede ser a la vez católico y socialista! Con tales títulos, Rubio es un típico exponente del desvío ideológico de la PUCP, que se inicia hace más de 40 años y que explica el inflamado clima de secesión de la autoridad de la Iglesia, que hoy reina en esa casa de estudios.

* * *

Los desdoblamientos que podrá tener el caso todavía son imprevisibles. Pero con relación a la esencia de la PUCP, y parafraseando la lamentación de Jeremías profeta, desde ya puede decirse: Quomodo obscuratum est aurum, mutatus est color optimus  [8] –Cómo se oscureció el oro de su identidad católica, cómo se tiznó su espléndido color originario...







[1Marcial Rubio: “Cipriani quiere apropiarse de fondos de la Universidad”, “La República”, 11-9-2011.

[4Boletín de la PUCP, 23-4-2010.

[6Cfr. “Nueva Sociedad”, N° 61, julio-agosto 1982, pp. 81-86.

[7Entrevista a “Caretas”, 23-7-2009, p. 36.

[8Jeremías, Lamentaciones 4, 1.





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