16 DE JULIO - NUESTRA SEÑORA DEL MONTE CARMELO

La Virgen del Carmen, Fátima y el Perú

El 16 de julio se celebra la festividad de Nuestra Señora del Carmen. Esta invocación mariana, surgida en Tierra Santa en tiempos de las Cruzadas (1209), tiene una prehistoria que comienza ocho siglos antes de Cristo, en el enfrentamiento del profeta San Elías con el rey idólatra Acab y su pérfida esposa Jezabel.

Elías es, junto con el patriarca Henoc, un caso singularísimo en la historia humana y eclesiástica, ya que ambos son los únicos hombres vivientes de existencia milenaria, y los únicos santos de la Iglesia que reciben culto en vida. Ambos permanecen en lugar secreto hasta los días previos al fin del mundo, cuando aparecerán para luchar contra el Anticristo.

Elías y el triunfo del bien sobre el mal

El monte Carmelo es un vasto promontorio que domina la costa del Mediterráneo, al norte de Palestina. Allí San Elías fue protagonista de un portentoso triunfo contra el paganismo, cuando tras desenmascarar milagrosamente la falsedad de los 450 profetas del ídolo Baal, ordenó apresarlos y los degolló con su espada en presencia del rey y de todo Israel (I Reyes 18, 19 ss.). Después subió a la cima del monte y rezó postrado en tierra, pidiendo a Dios siete veces para que hiciese cesar la prolongada sequía que castigaba Tierra Santa. A la séptima vez apareció en el horizonte sobre el mar una pequeña nube, aparentemente insignificante, que creció hasta transformarse en una gran lluvia bienhechora, derramada sobre toda Judea (I Reyes 19, 44 ss.).

Prefiguras marianas: el monte Carmelo y la nubecita de Elías

La nubecita de Elías prefigura y simboliza el papel de Nuestra Señora en la Historia. Así como la nube se levanta del mar sin llevar consigo la pesadez y amargura de las aguas, dice San Metodio, María surge purísima “de la corrompida raza de los hombres, sin contraer ninguna de sus manchas”. Por medio de Ella la lluvia fecundante de la Era de la Gracia inaugurada por Jesucristo se derramó sobre el mundo, conforme la súplica del profeta Isaías: “Enviad, oh Cielos, vuestro rocío; nubes, lloved al Justo, ábrase la tierra y germine el Salvador” (antífona de Adviento - Is. 45,8) .

Carmelo, a su vez, significa en hebreo “jardín de Dios” o “huerto de Dios”, simbolizando perfectamente a Aquella que será el jardín, el paraíso del nuevo Adán. Consta que después de Elías y su discípulo Eliseo, vivieron en las grutas del monte Carmelo sucesivas generaciones de israelitas piadosos, sobre todo los llamados esenios, fieles cumplidores de la Ley que esperaban al Salvador.

Nace la orden del Carmen

En tiempos de las Cruzadas se establecieron en el monte unos peregrinos y soldados cristianos, para llevar allí vida de retiro y oración. En 1209 el obispo patriarca de Jerusalén San Alberto les dio una regla de vida monástica, que marca el nacimiento la Orden de Santa María del Monte Carmelo. Con la invasión mahometana al reino latino de Jerusalén, a mediados del siglo XIII los carmelitas debieron abandonar Tierra Santa y establecerse en Europa. Pero allí enfrentaron oposiciones e incomprensiones que estuvieron a punto de hacer naufragar la Orden. En medio de esa aflicción el Superior General carmelita, el religioso inglés San Simón Stock, varón penitente y de gran piedad, suplicaba incesantemente a la Virgen que apartara la amenaza de extinción del Carmelo.

El milagro y la “gran promesa” de salvación eterna

El día 16 de julio de 1251, cuando el santo rezaba fervorosamente en su convento de Cambridge, se le apareció la Madre de Dios revestida del hábito carmelita, llevando en un brazo al Niño Jesús y extendiéndole con el otro un escapulario [1]. “Recibe, queridísimo hijo —le dijo— este escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas. Todo aquel que muera revestido con él, no arderá en las llamas del infierno. Él es, pues, una señal de salvación, una seguridad de paz y de eterna alianza”. Esta es la primera promesa relativa al escapulario, llamada “gran promesa”.

Segunda promesa: el “privilegio sabatino”

La nueva devoción se difundió rápidamente por toda la cristiandad, y paralelamente reflorecía la Orden carmelita. Algunas décadas después, en 1314, la Santísima Virgen, mediante una nueva aparición al Papa Juan XXII, se dignó confirmar su especial protección a los que usen el escapulario y mueran con él. Prometió que, si guardan con esmero la castidad según su estado, y rezan diariamente el Pequeño Oficio de Nuestra Señora (o las oraciones prescritas por quien les impone el escapulario), Ella los libraría del purgatorio el primer sábado después de su muerte. Esta es la segunda promesa o “privilegio sabatino”. Desde entonces Papas, monarcas, miembros de órdenes religiosas y personas de toda condición quisieron participar de este privilegio, recibiendo el escapulario como un símbolo de devoción a María Santísima y de salvaguarda contra los enemigos del alma y del cuerpo.

Importancia primordial de esta devoción

En 1951, al cumplirse el 7º centenario de la entrega del Escapulario, el Papa Pío XII declaró que entre las devociones exteriores a la Madre de Dios “debemos colocar en primer lugar la devoción al Escapulario de Nuestra Señora del Carmen”, dado que nos libra de la eterna condenación. “No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la obtención de la vida eterna... del más importante de los negocios del mundo y de llevarlo a cabo con seguridad” (destaque nuestro). Por eso, añadía el Papa, su uso nodebe ser trivializado: “no piensen los que visten esta librea que podrán conseguir la salvación eterna abandonándose a la pereza y a la desidia espiritual”.

El escapulario debe ser de pura lana, de color marrón (el cordón puede ser de otro tejido o color) y lo impone un sacerdote o persona delegada rezando la debida fórmula [2]. Debe ser usado alrededor del cuello, de manera que una parte caiga sobre el pecho y la otra sobre la espalda. “El escapulario en el bolsillo de nada vale y no protege”, afirmó el mismo Pío XII. Requiere además ser llevado piadosamente hasta la hora de la muerte. Puede ser impuesto incluso a pecadores: será para ellos una gran prenda de conversión.

La Virgen del Carmen y Fátima

Todas las devociones a la Santísima Virgen tienen un sentido militante contra el mal, ya que María es la “mujer” anunciada en el Génesis, que sin cesar aplasta la cabeza de la serpiente infernal y deshace sus tramas (cf. Gén 3, 15). Ese carácter de victoria contra el mal distingue especialmente la invocación de Nuestra Señora del Carmen desde su origen remoto en la lucha de Elías, se manifiesta maravillosamente en la entrega del escapulario como arma decisiva para arrancar almas al infierno, y se ve misteriosamente confirmado cuando, en la última aparición de Fátima, el 13 de octubre de 1917, la Virgen apareció ostentando el hábito del Carmen. Con esa aparición Dios quiso asociar la devoción a la Virgen del Carmen al gran triunfo del Corazón de María —o sea de Santa Iglesia— anunciado en Fátima.

El Perú, nación carmelita

El Perú tiene el feliz privilegio de que el culto a la Virgen del Carmen es la devoción mariana más difundida entre los fieles católicos, extendiéndose por todos los Departamentos de la sierra, costa y selva. Desde Paucartambo en Cusco a Barrios Altos en Lima, desde el Callao a Lircay o Angaraes en Huancavelica, desde Huánuco a Arequipa, desde Chavín a Juliaca, desde Celendín en Cajamarca a Cabanillas o Ilave en Puno, por toda nuestra geografía se venera a Nuestra Señora del Carmen, y hay infinidad de pueblos y ciudades, iglesias, capillas, oratorios, parques y plazas colocados bajo su protección. Señal de fe viva, y punto de partida para el esperado reflorecimiento católico de nuestra querida Patria.







[1La palabra “escapulario” deriva del latín scapulae, que significa hombros. Era una especie de delantal usado en la Edad Media, pendiente de los hombros sobre la vestimenta normal por delante y por detrás. Su color, o ciertos dibujos bordados en él, indicaban a qué persona o institución servía quien lo vestía.

[2En 1910 el Papa San Pío X autorizó a que quienes por razones legítimas no puedan usar el escapulario de lana, usen una medalla-escapulario con las efigies de Nuestra Señora del Carmen y el Sagrado Corazón, aunque sólo después de investirse el escapulario de lana.





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