Nuevo ataque a la Fe católica

El fraude de la "tumba de Jesús"

Continúa la secuencia de ataques a la Iglesia de fondo blasfemo, apelando al fraude histórico. Después de El Código da Vinci y el “Evangelio de Judas”, ahora se trata nada menos que del supuesto descubrimiento de una “tumba de Jesús”.

Veamos los hechos. En 1980 fue encontrada en excavaciones arqueológicas en Tilot, distrito de Jerusalén, una cámara mortuoria del siglo I A.C., que contenía algunos osarios. El hallazgo despertó cierto interés, no mayor del común en esos casos, restringido al mundo científico. Pero todo cambió súbitamente este año, cuando el cineasta James Cameron —el director de “Titanic”— anunció a fines de febrero con bombos y platillos la proyección de un filme-sensación en el Discovery Channel, revelando (nada menos) que aquellos osarios contendrían los restos de Jesucristo y su “familia”. Cameron adelantó que en las urnas se leen las inscripciones “Jesús, hijo de José”; de “su madre, María”; de una segunda María, “que podría ser la Magdalena”, y de Judah, “hijo de Jesús”...

Una “farsa publicitaria”

Sin embargo, de inmediato el propio descubridor de los osarios, el profesor Amos Kloner –actualmente uno de los más destacados arqueólogos israelíes– salió al paso del pretendido hallazgo y denunció que se trata de “una farsa publicitaria”. Categóricamente sostuvo que las deducciones del documental son “un total contrasentido, algo absolutamente imposible”, y agregó: “La afirmación de que la tumba (de Jesús) ha sido encontrada no está basada en ninguna prueba” y es sólo “una maniobra para vender”.

Kloner explicó también que los nombres inscritos en los osarios eran muy comunes en la era del Segundo Templo, y por tanto son absolutamente insuficientes para concluir que aquella fuese la tumba de Jesús y de su familia. Explicó, por ejemplo, que la inscripción “Jesús hijo de José” ha sido encontrada en muchas otras tumbas en Jerusalén. Y concluyó: “Refuto todas sus afirmaciones [de los cineastas] y esfuerzos por llamar la atención sobre los descubrimientos. Con todo respeto, ellos no son arqueólogos”.

Escepticismo del mundo científico

Como parte del sensacionalismo mediático previo al documental, el 26 de febrero Cameron exhibió en Nueva York un féretro que, según sus palabras, puede contener los restos de “Jesús de Nazaret”. Pero al día siguiente el diario “The New York Times” reprodujo declaraciones del profesor de la Universidad de Harvard Lawrence E. Stager, quien descalificó el hallazgo, diciendo que sólo explota las patrañas difundidas por la novela El Código Da Vinci. El “Globe and Mail” de Toronto, a su vez, calificó el descubrimiento de una historeta parecida a una ficción de Hollywood...

En general, los científicos han recibido con un frío escepticismo las deducciones de Cameron. Y algunos han sido particulamennte severos. El profesor Jürgen Zangenberg, experto en el Nuevo Testamento de la Universidad de Leiden, en Holanda, afirmó que el filme no trataba sobre conocimientos científicos, sino sobre dinero y titulares. Para Zangenberg falta lo fundamental, la prueba de que los huesos de Jesús hayan sido colocados en una pequeña caja de piedra, llamada osario. “Según lo que narran los Evangelios, Jesús fue sepultado. Después desapareció el cadáver”, dijo. La coincidencia de nombres en los osarios tampoco es una prueba. “Esa combinación de nombres puede haber sido muy frecuente en esos tiempos”, dijo Zangenberg.

Siempre en Cuaresma, siempre el sesgo anticatólico...

La Liga Católica de Estados Unidos dio a conocer un enérgico comunicado en el que señala que el documental sobre la supuesta tumba de Jesús es un fraude “titánico”, en alusión a la película que dio fama a Cameron. Bill Donohue, presidente de la Liga, hizo notar que no transcurre una sola Cuaresma sin que algún autor o un medio publicitario busque lanzar dudas sobre la divinidad de Jesucristo o de su resurrección. Y no parece que esta ofensiva tenga un interés sólo comercial.

El año pasado la TFP norteamericana publicó el best-seller Rechazando El Código Da Vinci: Cómo una novela blasfema ataca brutalmente a Nuestro Señor y a la Iglesia Católica, editado también en Perú, donde fue igualmente un éxito editorial. El libro demuestra que El Código da Vinci es una profusa colección de embustes, presentados como si fueran hechos reales con el fin de negar la divinidad de Jesucristo y desacreditar a la Iglesia Católica. Lo mismo se intenta ahora con la ficticia “tumba de Jesús”. Y cuando esta nueva farsa caiga también por tierra, por cierto aparecerán otras, siempre con el mismo objetivo de menoscabar la verdadera Fe.

El co-autor del engaño, conocido falsario

Este propósito queda más evidente sabiendo que el co-director del documental, el cineasta israelí-canadiense Simcha Jacobovici, ya había forjado en el 2002 otra historia semejante, igualmente acerca de un osario con la inscripción “Santiago, hijo de José, hermano de Jesús”. Evidentemente tal “hallazgo” buscaba vulnerar la doctrina católica sobre la virginidad perpetua de María Santísima. Pero no tardó en demostrarse que se trataba de un fraude más... Así lo reveló en junio del 2003 el director de Antigüedades de Israel, Shuka Dorfman: “El osario es real. Pero la inscripción es falsa. Lo que significa que alguien tomó una caja real y labró la escritura en ella, probablemente para darle una importancia religiosa”.

Cae así por tierra una tentativa más de desacreditar a la fe católica con disfraces seudo científicos.

Seguidores del “padre de la mentira”

Resta preguntar: ¿quién inspira todas estas torpes falsedades? –Ciertamente, el embustero por definición, a quien Nuestro Señor Jesucristo llamó “mentiroso y padre de la mentira” (Jn. 8, 44), y designó a sus secuaces terrenos como “hijos del demonio” (id.). Jesús explicó también por qué mienten: porque no pueden soportar la doctrina del Evangelio (cfr. Jn. 8, 43).

Comprendamos, pues que estamos bajo una oleada de ataques a la Iglesia Católica de inspiración satánica, y sepamos alertar a los demás sobre esta ofensiva, cuyo único propósito es disminuir la influencia de la Esposa de Cristo sobre las conciencias, para así preparar así el reino de la anarquía moral –el reino del demonio.











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