INGLATERRA:

¿A camino de una conversión?

El voluptuoso rey Enrique VIII: para legalizar su adulterio
se autoproclamó jefe de la Iglesia de Inglaterra.

El aprecio hacia los valores tradicionales que se observa a nivel mundial, alcanza en muchos casos las zonas más profundas del alma. Una muestra de ello es el actual movimiento de conversiones masivas de anglicanos al catolicismo. Como se sabe, Inglaterra —que en la Edad Media fuera conocida como la "Isla de los Santos"— se separó de la Iglesia Católica por capricho del voluptuoso rey Enrique VIII, cuando en 1534 el Papa Clemente VII no aceptó anularle el matrimonio con Catalina de Aragón para unirse a Ann Boylen. Con la complacencia de un episcopado timorato y venal, el soberano se auto-proclamó cabeza de la Iglesia de Inglaterra, y desencadenó una furiosa persecución a los "papistas", que continuó en el reinado de su hija ilegítima Isabel I y prosiguió a lo largo del siglo XVII. Entre los innumerables mártires de la fidelidad a Roma se cuentan el gran obispo de Rochester San Juan Fisher, el célebre Canciller del Reino Santo Tomás Moro, los admirables santos jesuitas Edmond Campion, Alexander Briant, Ralph Sherwin y Juan Ogilvie, etc.

Santo Tomás Moro, Canciller del Reino, decapitado en 1535,
la más ilustre víctima del rey cismático.

Fue sólo tres siglos después, en 1850, que pudo restablecerse en Inglaterra la Jerarquía católica. Durante ese prolongado y terrible paréntesis, muchos Santos profetizaron una futura conversión de la nación inglesa. Por ejemplo San Pablo de la Cruz (1694-1775), fundador de los Pasionistas, quien ya anciano repetía: Ah, Inglaterra, Inglaterra, recemos por Inglaterra... En cuanto comienzo a rezar, ese desdichado reino viene ante mí... El gran santo tuvo varios éxtasis en los cuales anteveía la conversión de la nación inglesa, y en uno de ellos, ocurrido poco antes de su muerte, vió a sus religiosos entrando en la isla, lo cual ocurrió efectivamente en el siglo siguiente (1841), cuando el beato Domingo de Santa María con un puñado de acompañantes estableció un núcleo pasionista en la isla [1] .

Como el hijo pródigo...

Los ritos anglicanos mantuvieron todo el
esplendor litúrgico anterior al cisma.

En el siglo pasado, la iglesia anglicana fue siendo carcomida por concesiones cada vez mayores al espíritu revolucionario. Para mantener su influencia sobre la población, siempre conservó los espléndidos ritos litgúrgicos anteriores a la ruptura con Roma (muy similares a los de la liturgia católica latina hasta 1970) que le dan una apariencia tradicional; pero fue vaciándose de consistencia religiosa y moral, hasta el extremo de que en los últimos años autorizó la ordenación de mujeres "sacerdotisas" y "obispas" [2], e incluso de un obispo y una "obispa" declaradamente homosexuales en su rama norteamericana (episcopal). Esta adulteración abismal del ministerio sagrado, marcada por un frenesí igualitario y permisivista, entra en choque frontal con el aprecio del pueblo británico por el orden, la jerarquía y lo sagrado (el punto de atracción más alto del alma inglesa, decía el prof. Plinio Corrêa de Oliveira, es justamente el "esplendor sacral de la Monarquía"). Un sentimiento de profunda frustración se va apoderando de muchos anglicanos, y a medida que se acentúa, genera un movimiento cada vez mayor de retorno al catolicismo. Como el hijo pródigo de la parábola, incontables anglicanos se sienten de repente a sí mismos comiendo las "bellotas de los cerdos" (Luc. 15, 11-32) en el lodazal de relativismo de su falsa iglesia.Y nace en sus almas una incontenible añoranza de su Casa paterna, la Iglesia Católica...

La aurora que nace del crepúsculo

Este movimiento, que comenzó discretamente hace dos décadas, se incrementó a partir de la retumbante conversión en 1994 de Lady Katharine Worsley, Duquesa de Kent, primer miembro de la familia real inglesa en convertirse al catolicismo en más de 300 años. Y ha ido creciendo hasta volverse masivo e incontenible: actualmente suman medio millón los anglicanos que manifiestan su deseo de volver a la verdadera Iglesia; en muchos casos son parroquias y hasta diócesis enteras. Entre ellos se cuentan más de 30 obispos (incluso el propio obispo de Londres, Graham Leonard) y más de 1000 sacerdotes. Frente a ello la Santa Sede anunció, el pasado 20 de octubre —muy simbólicamente, fiesta de San Pablo de la Cruz— la publicación de la constitución apostólica Anglicanorum Coetibus, por la cual S.S. el Papa Benedicto XVI saluda ese impulso de alma inspirado por el Espíritu Santo, y dispone las formas como los eclesiásticos y fieles anglicanos podrán ingresar a la Iglesia Católica, conservando lo esencial de sus ritos anteriores al cisma.

El remezón producido por el documento papal ya tuvo una importante consecuencia: poco después de conocido, el primer ministro británico Gordon Brown anunció que presentará al Parlamento un proyecto para abolir la obsoleta ley de 1701 (Act of Settlement) que excluye a los católicos de la sucesión al trono británico.

Se abre así para el Reino Unido la sorprendente posibilidad de un monarca católico. Sumado esto al flujo masivo de anglicanos hacia la Iglesia Católica, la conversión de Inglaterra —que fuera revelada por Dios a San Domingo Savio y otros santos— parece estar en camino. Esta grandiosa perspectiva es característica del momento histórico que vivimos, marcado por la singular y fascinante coincidencia de un ocaso y una aurora: en pleno ocaso de la decrépita Modernidad, que pretendió construirse al margen de la Iglesia y prevalecer sobre la Cristiandad, ya comienza la aurora de otra Cristiandad renovada y mucho más esplendorosa.

La maravillosa visión de Santo Domingo Savio

San Juan Bosco así refiere la visión de su discípulo Santo Domingo Savio sobre la futura conversión de Inglaterra:

"Hablaba muy a menudo del Papa ... asegurando que tenía cosas de grande importancia que decirle. Como repitiera a menudo estas palabras, le pregunté qué era aquello de tanta importancia que quería decir al Papa.

—Si pudiera hablar con el Papa, le diría que en medio de las grandes tribulaciones que le aguardan no deje de trabajar con particular solicitud por Inglaterra. Dios prepara un gran triunfo del catolicismo en aquel reino.

—¿Y en qué te fundas para decir esto?

—Se lo diré: ...si va a Roma, dígaselo a Pío IX. Una mañana, mientras daba gracias después de la comunión, me sobrecogió una fuerte distracción, y me pareció ver una vastísima llanura llena de gente envuelta en densas tinieblas. Caminaban, pero como quien ha perdido el rumbo y no veían dónde fijaban sus plantas. "Esta región, me dijo uno que estaba a mi lado, es Inglaterra". Iba a preguntarle otras cosas, cuando vi al Sumo Pontífice Pío IX tal como lo había visto en algunos cuadros. Vestía majestuosamente, y llevando en su mano derecha una antorcha llameante avanzaba entre aquella muchedumbre de personas. A medida que se adelantaba, las tinieblas desaparecían con el resplandor de la antorcha y la gente era inundada de tanta luz como en pleno mediodía. "Esta luz, díjome el amigo, es la religión católica que debe inundar a Inglaterra" [3] .

Santo Domingo Savio tuvo muchas visiones, algunas de las cuales incluso permitieron salvar de inmediato almas en peligro de muerte, y cuya inspiración sobrenatural —como la aquí mencionada— está fuera de cualquier duda.







[1Cfr. Pius of the Name of Mary, The Life of blessed Paul of the Cross, , D. Lane editor, Londres, 1860.

[2De hecho la “ordenación” de mujeres al sacerdocio es completamente nula. Pero además, la iglesia anglicana ya no posee el sacramento del Orden, pues en el siglo XVII alteró sustancialmente la fórmula de ordenación, y con ello rompió definitivamente la sucesión apostólica (Cfr. León XII, Bula Apostolicae Curae, del 13-9-1896).

[3San Juan Bosco, Santo Domingo Savio, Ed. Salesiana, Lima, 1964, pp. 95-96. Destaques en negrito, de nuestra redacción.





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