ACTUALIDAD NACIONAL

¿Para qué resucitar la Constitución de 1979?

De un tiempo a esta parte, remanentes de la maltrecha izquierda peruana se dedican a agitar el espantajo del restablecimiento de la extinta Constitución de 1979. Como una especie de cometa apagado maléfico y perturbador, este reclamo atraviesa cíclicamente el firmamento político del país con su rastro de confusión y demagogia, contamina el ambiente durante algunas semanas, y después desaparece durante varios meses en que no se habla más de él, hasta reaparecer inopinadamente con más de lo mismo, como está ocurriendo ahora.

Lo más increíble es que, pareciendo confundir el negro con el blanco, los propagandistas de la Constitución de 1979 la presentan como un paradigma de Constitución “democrática”, cuando su origen fue en verdad nítidamente dictatorial.

Para que a nadie le queden dudas sobre el carácter totalitario y socialista —y en consecuencia anticristiano— de aquel texto, reproducimos un pasaje del manifiesto publicado por Tradición y Acción por un Perú Mayor en “El Comercio” del 18/07/2006, titulado Agenda neo-marxista para el Perú: totalitarismo constitucional, Revolución Cultural demoledora de la familia, desintegración social. Nadie osó refutar su argumentación, que deja definitivamente claro que la Constitución de 1979 nada tuvo de “democrática” y fue, al contrario, un intento de perpetuar el ruinoso régimen velasquista por medio de una imposición dictatorial a la nación.
A continuación, el trecho referido.

Perturbadora campaña para resucitar engendro antidemocrático

Elementos remanentes de la izquierda ideológica (significativamente borrada del mapa en las últimas elecciones parlamentarias), enquistados en diversas fuerzas políticas, se movilizan para restablecer la Constitución de 1979. Su argumento central es que la Carta actualmente vigente, de 1993, no sería auténticamente “democrática”, mientras que la anterior sí lo habría sido.

Realmente es difícil saber qué entienden tales personajes por democracia. Pues en verdad, la Constitución de 1979 fue elaborada bajo coacción manifiestamente dictatorial. En efecto, al ser convocada la Asamblea Constituyente que debía redactarla, a sus miembros les fue impuesta una condición draconiana: o incorporaban a la nueva Carta las reformas socioeconómicas de la dictadura velasquista —o sea, refrendaban el despojo y el colectivismo de inspiración marxista perpetrados por ésta— ¡o el gobierno clausuraría manu militari la Asamblea!

Fue el propio Jefe de Estado, Gral. Francisco Morales Bermúdez, quien en conferencia de prensa televisada (29-12-1977) formuló descaradamente esa exigencia. Sostuvo que el país vivía tan sólo una "transferencia de gobierno, no de poder. En este momento el poder lo tiene la Fuerza Armada...". Y añadió: "Si la Constituyente no reafirma las reformas estructurales”, entonces “ el Gobierno de facto, que es este Gobierno, anula pues la Asamblea y se acabó toda la historia. (...) Porque si no hay reforma, se anula el proceso y sigue pues el Gobierno Militar, conmigo o con otra persona. Ésa es la verdad, ésa es la verdad" [1].

Con ello ratificaba el Decreto Ley No. 21949 (4-10-1977) que convocó a aquella Constituyente, y que en su art. 2 señalaba como “exclusiva finalidad” de la misma redactar “la nueva Constitución Política del Estado, la que contendrá esencialmente, entre otras, las disposiciones que institucionalicen las transformaciones estructurales que viene llevando a cabo el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” [2] (destaque nuestro). 

No puede estar más clara la despótica imposición izquierdista. Fue así que la Carta de 1979 acogió tanto las confiscaciones y colectivizaciones de la dictadura pro-marxista como su avasallador estatismo, que alcanzó la totalidad de los medios de comunicación.

Tales hechos son incontestables, y hablan por sí mismos. Por ello resulta asombroso que se pretenda ahora resucitar aquella Carta redactada bajo chantaje ideológico, la cual entre otras cosas validó la mayor injusticia legal de la historia peruana, la Reforma Agraria que significó el despojo brutal a 16.000 familias de legítimos propietarios rurales y la ruina del agro nacional (¡y que además colocaba una mordaza legal a quienes criticasen aquella confiscación, al establecer para ellos pena de cárcel!).

Pretender, pues, la vuelta de la constitución de 1979 bajo pretextos “democráticos”, ¡sería como si hoy, en Rusia, Alemania del este, Polonia, Hungría y los demás países de la ex Cortina de Hierro, se quisiera volver, en nombre de la democracia, a las desaparecidas constituciones comunistas, que los soviéticos impusieron a punta de bayoneta en el siglo XX! Es una contradicción grosera, y una burla a la Nación.

Pretensión inútil y contraproducente

Además, hoy en día la abrumadora mayoría laboriosa y pacífica de los peruanos, desengañada de utopismos, no está en absoluto interesada en debates constitucionales: su principal preocupación es que se genere en el país un ambiente de concordia, estabilidad e incentivo a la libre iniciativa, generadora de crecimiento social. Y si la Carta vigente ofrece razonablemente tal posibilidad, no existe motivo válido para substituirla; aunque obviamente pueda recibir eventuales alteraciones, desde que sean hechas con sabiduría y equidad. Tanto más que un cambio constitucional drástico abriría las puertas al afán de minorías neo-marxistas, las cuales conspiran sin cesar no sólo para revivir el socialismo económico, sino también para introducir las formas más actuales y extremadas de esa ideología, e instaurar así un estado de cosas diametralmente opuesto al orden natural y a la identidad cristiana del Perú.

La revolución cultural neomarxista, una amenaza a la familia peruana

Esa intención se patentiza en la inmensa degradación moral que devasta el país, con repercusión forzosa en la institución fundamental de la sociedad, la familia, sujeta hoy a una desestabilización sin precedentes, que hace estremecer sus propios fundamentos. Tal estado de cosas no es casual, sino que es provocado deliberadamente por las mismas fuerzas revolucionarias que otrora buscaron sin éxito imponer el utopismo marxista en el campo socioeconómico. Nuestras clases dirigentes parecen no haberse percatado aún de que ahora las corrientes político-ideológicas de izquierda impulsan una revolución diferente, la llamada revolución cultural corruptora de las costumbres y desintegradora de la sociedad civilizada, que ha pasado a ser —nótese bien— la versión más actualizada, perversa y extremada del propio comunismo.

(...)







[1Conferencia de prensa del 29-12-1977, apud Tradición, Familia, Propiedad ante el referéndum sobre la nueva Constitución, “El Comercio”, 28-10-1983. Ver también Perú: 1977 - Cronología Política, DESCO, Lima, 1979, Tomo VI, pp.2878-2879 (los destaques en negrito son nuestros).

[2www2.congreso.gob.pe/socr/ApoyComisiones/dictamenes2002.nsf/dictamenes/E12E774E38FDF3E905256C3F000D73DC.





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