REVOLUCIÓN Y CONTRA-REVOLUCIÓN

¿Qué hay por detrás de los “zombies”?

Alejandro Ezcurra N.

Para quien no sea un ingenuo incorregible, es obvio que existe una central que comanda la difusión artificial de ciertas modas, sobre todo aquellas que más sirven a la revolución cultural. Las “huellas digitales” de esa misteriosa central se dejan ver en la moda de los “zombies”: de repente, como obedeciendo a una consigna, aparecen en las principales ciudades del mundo grupos de personas que marchan disfrazadas de cadáveres ambulantes, y los medios masivos les sirven de caja de resonancia: inédita promoción de lo horrendo en gran escala. ¿Qué significa esto?

Nadie sabe de dónde salieron esos seudo difuntos; pero ellos sí saben que serán tanto más promocionados cuanto más repugnante sea su look macabro: de ahí las simulaciones de ojos colgando fuera de las órbitas, de pedazos de hueso a la vista, de miembros seccionados, de espumarajos sangrantes saliendo de la boca o nariz, de heridas abiertas devoradas por gusanos, de carnes putrefactas...

Viéndolos, en un primer momento los ingenuos se podrán sobresaltar y hasta horrorizar, pero después —habituados a no pensar seriamente acerca de nada— asimilarán el episodio como un acontecimiento más y se irán acostumbrando. Ni les pasará por la cabeza sospechar que esos desfiles macabros en serie puedan ser organizados y respondan a una intención.

Un nuevo tipo humano, personificación del desorden total

Lo normal sería preguntarse de qué sirve disfrazarse de cadáver en descomposición (!!!), qué se busca con eso, y quién promueve esa aberración. La respuesta aflora simple y cristalina, si se analiza el hecho en función del proceso revolucionario que viene corroyendo la cristiandad occidental, magistralmente descrito por Plinio Correa de Oliveira en Revolución y Contra-Revolución.

Iniciada con la decadencia de la Edad Media, esa Revolución con “R” mayúscula tuvo tres etapas históricas, la Reforma protestante, la Revolución Francesa y el comunismo. Y ahora desemboca en lo que pretende ser su etapa final, la implantación del desorden completo: primero en las almas, modelando un tipo humano que personifique el total desorden interior, para después proyectarse en todos los actos humanos, individuales y sociales: es la revolución del caos, la anarquía.

Es difícil creer que alguien desee vivir en un caos perpetuo. Pero se entiende, si consideramos que el orgullo y la sensualidad —que son el combustible que alimenta la llama revolucionaria— se satisfacen en el rechazo de toda regla y toda autoridad, y por tanto de todo orden. Un rechazo condensado en los famosos eslóganes de la revolución anarquista de París de 1968: “Prohibido prohibir” y “Ni Dios ni amo”.

Para el revolucionario, “liberarse” del orden que le “oprime” incluye liberarse de lo bello (la belleza es un aspecto del orden), así como zafarse de las exigencias de una presentación personal pulcra, compuesta y agradable —que refleja la dignidad del hombre según las reglas de vida civilizada—, para saciar sus apetitos libertarios entregándose al desarreglo y la extravagancia totales.

Las “aspiraciones secretas” de la moda Zombi

Y aquí entran los “zombis”. En esos disfraces monstruosos que ostentan sólo fealdad, grotesco y hediondez, subyace una evidente intención ideológica. Porque, como observó con acierto el gran Papa Pío XII, “La sociedad, por así decir, habla con el traje que viste; con el traje revela sus aspiraciones secretas y de él se sirve, al menos en parte, para edificar o destruir el propio porvenir” [1].

¿Y cuáles serían las “aspiraciones secretas” de estos disfraces horrendos? ¿De qué intención oculta nos “hablan”? —Al acostumbrar al público a ver con naturalidad y hasta con simpatía a los “zombies”, la central difusora de esa locura prepara el terreno para acoger sin sobresaltos al feo, monstruoso y enloquecido máximo, es decir a “la primera, la grande, la eterna revolucionaria, inspiradora y fautora de esta Revolución, ... la serpiente infernal cuya cabeza fue aplastada por la Virgen Inmaculada” [2].

La meta final de la Revolución anticristiana es, efectivamente, sustituir la belleza y la armonía de la Cristiandad, espejo y prefigura del Cielo, por el imperio de la suma fealdad y del caos revolucionario, reflejo y antecámara del infierno.

Tengamos esto bien claro, y rechacemos categóricamente esta revolución de lo horrendo. De lo contrario nos exponemos a hacer el triste papel, no sólo de estúpidos seguidores de modas, sino además de “compañeros de ruta” del príncipe de las tinieblas...







[1PÍO XII, Discurso Di Gran Cuore, del 8 de noviembre de 1957, Discorsi e Radiomessaggi, Tipografía Vaticana, 1959, vol. XIX, p. 578.

[2PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, Ed. Tradición y Acción por un Perú Mayor, Lima, 2005, p. 171.





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